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Crónicas <strong>de</strong> los viajeros <strong>de</strong> la ciudad 127<br />

<strong>de</strong> México; esperaba viajar a Monterrey hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> seis horas, así<br />

que me <strong>de</strong>diqué a explorar este mundo fantástico. Al final <strong>de</strong> las<br />

exposiciones había una exhibición <strong>de</strong> maquetas realizadas con un juego<br />

<strong>de</strong> armar hecho <strong>de</strong> piezas <strong>de</strong> diversos tamaños y formas y que se podían<br />

ensamblar con facilidad sólo presionando sobre el extremo <strong>de</strong> cada<br />

pieza. Estos juegos me fascinaban <strong>de</strong> pequeño, recuerdo uno con el que<br />

se podían armar castillos medievales, fantástico y concebido en cinco<br />

niveles <strong>de</strong> dificultad (y también <strong>de</strong> tamaño). Aunque yo tuve solamente<br />

el primero, con él <strong>de</strong>sarrollé las más fantásticas galerías, tuve la casa<br />

misteriosa y profunda <strong>de</strong> mis más hondas fantasías y miré muchísimo<br />

por entre las ventanas y los corredores color arena.<br />

La exhibición tenía un área con mesas y montones <strong>de</strong> piezas<br />

con las que se podía jugar, aunque el público estaba constituido en su<br />

mayoría por niños, no resistí la tentación <strong>de</strong> volver a hacer aunque<br />

fuera un pequeño –pero fantástico- recinto. Así que me senté a mis<br />

anchas a crear. Al principio uno se siente lleno <strong>de</strong> gran emoción, pero<br />

hay incertidumbres sobre lo que uno va a hacer. Parece que las piezas<br />

solas prefiguraran las cosas, pues <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ensamblar unas cuantas la<br />

cosa empieza a tomar sentido. No me duró mucho esta emoción, pues<br />

las piezas amarillas empezaron a escasear, lo que me hizo buscar<br />

opciones para la apariencia <strong>de</strong> mi pequeño edificio en lo policromático.<br />

Pero cuando ya había hecho un acuerdo con mi imaginación y las<br />

piezas parecieron ser las suficientes para mi proyecto, llegaron un par<br />

<strong>de</strong> niñas como <strong>de</strong> seis y siete años <strong>de</strong> edad, que <strong>de</strong> una forma muy<br />

educada me preguntaron si yo no tendría inconveniente en que se<br />

sentaran en mi mesa a construir sus propios mo<strong>de</strong>los, a lo que accedí,<br />

por supuesto.<br />

Esto me angustió un poco pues hizo que <strong>de</strong> inmediato<br />

escasearan todos los tipos <strong>de</strong> piezas en todos los colores, lo que hizo que<br />

redujera mis expectativas <strong>de</strong> hacer un gran mo<strong>de</strong>lo aún más que antes.<br />

Pero mientras jugaba en esa mesa me pu<strong>de</strong> dar cuenta <strong>de</strong> cosas<br />

fundamentales sobre la manera en que estos juegos funcionan para la<br />

imaginación infantil. Ya sin la emoción <strong>de</strong>l principio por hacer mi<br />

propio edificio, pu<strong>de</strong> percatarme que la capacidad infantil para crearse<br />

ambientes imaginarios, personajes que los habitan e historias que<br />

transcurren en esos mundos es enorme. Las niñas tomaban<br />

rápidamente todo tipo <strong>de</strong> piezas y las armaban sobre la mesa<br />

elaborando configuraciones rectangulares (la única posibilidad <strong>de</strong>l<br />

linóleum que fija las piezas a la mesa) que cambiaban rápidamente para<br />

adaptarlas a cada nueva pieza que colectaban. Esta rapi<strong>de</strong>z tal vez se

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