Número 2 - Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Carles Méndez Llopis
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formismo y no podría pretender ninguna profundidad en la manifestación
de las posibilidades mentales ocultas por el mundo objetivo. La imagen
surrealista es la que puede crear las concomitancias necesarias entre las antinomias
existenciales del ser humano (objetivo-subjetivo, vida-muerte,
externo-interno, materia-espíritu, real-imaginario, consciente-inconsciente,
vigilia-sueño, etcétera) para dar vía libre a la expresión de las mismas
debido a su profundo entendimiento y constante diálogo.
Si prestamos atención observaremos de qué forma la imagen se
transforma en la ejecución primera y principio constructivo de toda literatura
y formulación plástica surrealista, en la cual no intervendrán
los mecanismo de control de la razón o conciencia y se anulará cualquier
resquicio de racionalismo a fin de abrir las aptitudes prelógicas
e inconscientes del ser humano. Señalar, como meta última, un lugar
donde la fuerza emotiva, la realidad poética y mundo objetivo coexistan.
La imagen, por tanto, se gestará de forma autónoma a nuestra
conciencia y su elaboración preconsciente unirá estos cosmos en
principio disímiles –cobrando una fuerza expresiva insospechada.
[…] De la aproximación fortuita de dos términos ha surgido una
luz especial, la luz de la imagen ante la que nos encontramos
infinitamente sensibles. El valor de la imagen está en función
de la belleza de la chispa que produce, y, en consecuencia, de
la diferencia de la potencia entre los dos elementos conductores.
Cuando esta diferencia apenas existe, como en el caso
de las comparaciones, la chispa no nace. A mi juicio no está
en la mano del hombre el poder conseguir la aproximación
de dos realidades tan distintas como aquellas a las que antes
nos hemos referido, por cuanto a ello se opone el principio
de la asociación de ideas, tal como lo entendemos (…)
Fuerza es reconocer que los dos términos de la imagen no
son el resultado de una labor de deducción recíproca, llevada
a cabo por el espíritu con el fin de producir la chispa,
sino que son productos simultáneos de la actividad que
yo denomino surrealista, en la que la razón se limita a
constatar y a apreciar el fenómeno luminoso. 17
Como vemos, las facultades de la imagen surrealista a las
que alude Breton radican en la función imprescindible que
someterse a un contenido explícito o mensaje completamente legible por el lenguaje tradicional. A este
respecto, en la misma obra, podemos leer: “Eso explica que el realismo socialista que se desarrolla en Rusia
después de la segunda guerra mundial les parezca a los surrealistas de los más alarmante: no sólo la libertad
creadora se encuentra restringida y sometida a las directrices de un partido, sino que, quizás más fundamentalmente,
la obra en este caso no hace más que ilustrar un pensamiento pre-existente y, perdiendo
toda capacidad reveladora, se prohíbe la exploración de lo posible contentándose con repetir lo actual.”
(Íbidem., p. 203)
17 Breton, A.: Manifiestos del surrealismo. Guadarrama, Madrid, , 1974, p. 58.
e.nnova • Año I • Número 2 • enero-junio 2009
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