Número 2 - Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Carles Méndez Llopis
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la antinomia, de mundos opuestos que se atraen justo en ella, sin tener en
cuenta las codificaciones ni correlaciones precedentes a la suya.
De este modo, la pertenencia, incluida dentro del sentido universal,
se verá atacada por un desconocido marco cultural sin categorías establecidas
que es la imagen surrealista; imagen que hará de su forma de expresión
y contenido una misma con la que sólo por ella cobrará el (sin)
sentido de su particularidad. Y como ya hemos abordado anteriormente,
no será la falta de referentes lo que produzca esta situación; es cierto
que la referencia al mundo real y posible es indispensable –una imagen
sin referencias con el mundo posible no sería imagen–, sin embargo,
será la mezcla con lo imposible lo que haga perder el grado referencial
del referente. Por ende, el referente se convertirá en presencia de otra
cosa alejada de lo que era en principio, una nueva cosa desconocida e
impensable que poco o nada tendrá que ver con la superficie de apariencias
de la realidad. La presencia, por tanto, sería una de las máximas
de la imagen surrealista, muy por encima de la significación, que
aparte de dar gusto a muchas mentes lógicas buscadoras de identidades,
no tendría ninguna otra función. La imagen es su aparición.
Una aparición mezclada, introducida en el espacio material para
ser algo más que apariencia, para no quedarse en una inquietante
alucinación, aunque eso no suponga que signifique. Rompe la
tradicional concepción de la imagen, hasta su llegada traducible
a palabras. Ella será un lugar irracional cuya aparición remitirá a
un otro mundo imposible hecho posible. La imagen surrealista
inquieta porque existe, porque se materializa trascendiendo la
ilusión; baste con aprovechar ese parecer ser para que se crea que
es, reduciendo así la distancia entre los dos mundos (conocidodesconocido).
En resumen, la imagen surrealista será porque
no tiene a qué parecerse y no significa otra cosa que sí misma.
En este sentido, Puelles Romero cita a Maurice Blanchot:
La imagen no tiene nada que ver con la significación,
con el sentido, tal y como lo implican la existencia del
mundo, el esfuerzo de verdad, la ley y la claridad del
día. La imagen de un objeto no sólo no es el sentido
de ese objeto y no ayuda a su comprensión, sino que
tiende a sustraerlo, manteniéndolo en la inmovilidad
de una semejanza que no tiene a qué parecerse. 23
Así, estas imágenes necesitarían un nuevo lenguaje
para lo desconocido e inesperado, para que cobraran
significado y pudieran explicarse; hasta ese momento se
23 Blanchot, M.: El espacio literario. Paidós, Barcelona, 1992, p. 249. Citado en Puelles Romero (2005:
47-48).
e.nnova • Año I • Número 2 • enero-junio 2009
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