Descarga del documento - Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha

todo esto repercute mucho en su autoestima y estabilidad emocional, sufriendo en muchas ocasiones
depresiones, estrés o ansiedad.
Este panorama familiar, a la salida de los Centros Penitenciarios puede influir muy negativamente
en su reinserción social pues posiblemente hayan perdido muchos de los apoyos sociales y familiares con
los que necesitarían contar para afrontar una nueva vida normalizada fuera de la cárcel como muchas de
ellas esperan conseguir.
Repercusión en el ámbito laboral
El propio funcionamiento de los centros hace que se anule en estas mujeres muchas capacidades
y habilidades necesarias al emprender la búsqueda de empleo, pues dentro de los Centros Penitenciarios
existen pocas cosas sobre las que ellas tengan un control directo y una mínima capacidad de decisión;
dejan de hacer uso de competencias tan básicas como puede ser el decidir qué van a comer e incluso
como lo quieren cocinar, cuándo hablar, con quién y de qué hablar, dónde estar, en qué actividades
ocupar su tiempo, etc., pues dentro de los centros todo esto les viene ya dado, por tanto, terminan
acostumbrándose a comportarse y a vivir de un modo en que su capacidad de movimiento se ve reducida,
en que dejan de ser autónomas, de tomar sus propias decisiones y de asumir responsabilidades, dejan de
tomar la iniciativa, de comunicarse efectivamente, de organizar y gestionar su tiempo, etc.; por tanto la
cotidianidad dentro de las cárceles dificulta y agrava las oportunidades de generar estrategias de
adaptación y de adquirir habilidades clave para afrontar de manera efectiva su reinserción social.
El encarcelamiento supone también un impacto en sus trayectorias laborales, no solo por que
durante este tiempo van perdiendo estos hábitos laborales, sino porque a la hora de buscar trabajo se
encuentran con que al confeccionar su currículum tienen un amplio vacío en su vida laboral que no saben
como justificar pues para la mayoría lo mejor es que las empresas no conozcan cuál ha sido su situación
durante estos años, no solo por el miedo a que reaccionen mal y no las quieran contratar, sino por el
miedo a colgarse una etiqueta negativa que las acompañe siempre en sus relaciones tanto con sus jefes
como con sus compañeros.
Al igual que el tiempo pasa dentro de prisión y se crea un vacío de experiencia y un estancamiento
en la formación y reciclaje de conocimientos, ocurre que las mujeres a la salida de prisión cuentan con que
tienen que iniciar su búsqueda de empleo a una edad que suele rondar entre los 40-50 años en la que la
población normalizada ya tiene graves dificultades para insertarse laboralmente por lo que esto también
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