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de la sociedad en su conjunto y, por tanto, de la población gitana, sobre todo en el caso de las jóvenes, si
bien muchos de los cambios son externos y consisten en una mayor tolerancia con su comportamiento e
indumentaria, pero en general se le reconocen menos derechos que a las payas. Según la tradición, ellas
deben ser “puras”, el celo sobre su virginidad sigue siendo firme, sumisas, sacrificadas, trabajadoras y,
ante todo, volcadas en la vida familiar.
Como ya se ha mencionado anteriormente, las mujeres de este colectivo se encuentran en un
momento muy conflictivo, pues ellas desean salir de esta espiral de exclusión: de las normas de su
comunidad, de la economía informal, del hecho de la estigmatización por ser gitana… La sociedad paya
les pide que se socialicen, que se integren, pero el trato es discriminatorio, sobre todo en los procesos de
selección de personal. Aún accediendo a un empleo y a un contrato deben demostrar que no son
delincuentes, lo que es una forma de racismo muy sutil y fuertemente arraigada en la sociedad. En general
el único empleo que las mujeres gitanas pueden desempeñar es el servicio doméstico, trabajos de
limpieza,… pues no tienen capacitación ni expectativas de hacer otra cosa. Las entrevistadas asumen este
hecho con naturalidad.
Mujer gitana: “si les pides trabajo a los payos, por ser gitana no te lo dan…”.
Como consecuencia de todo ello viven en un momento de muchos conflictos internos, con
pequeñas transgresiones a las normas de su comunidad e inmersos en una espiral de permanente
exclusión que desemboca en un proceso paulatino de pérdida de autoestima.
Como conclusión, cabe decir que la identidad cultural específica unida a la situación de exclusión
mencionada y el rechazo social de que son muchas veces protagonistas dificulta también su adaptación a
las normas sociales extendidas en el resto de la población.
Desaparición y regulación de actividades tradicionales
La mayor parte de la población gitana carece de una inserción estable en la vida económica. Sus
formas de subsistencia, que normalmente combinan o alternan diferentes actividades, han sido
progresivamente obstaculizadas. Sus estilos de vida han cambiado en los últimos treinta años como en el
resto de la población española. El éxodo del campo a la ciudad de los años 60-70 marca el cambio de una
generación que, procedente del mundo rural, se asienta en la periferia de las ciudades cambiando y
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