Descarga del documento - Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha

Suelen asumir con más naturalidad el hecho de estar en prisión, pues normalmente manifiestan
que cometieron el delito por ser el único modo que encontraron para ayudar a la familia, lo que hace que
vean la pena de prisión como el precio a pagar por el orgullo de poder ayudar los suyos, pues la familia en
la cultura gitana es lo más importante por lo que hay que luchar. Aceptan con naturalidad que la
responsabilidad de estar en prisión es suya.
Suelen contar con bastante apoyo familiar, ya que la familia se preocupa bastante por movilizarse
y buscarles contactos para el acceso a un empleo, además las mujeres gitanas normalmente están
casadas y se trata de familias extensas donde conviven normalmente abuelos hijos y nietos en pisos de
protección oficial por lo general ubicados en barrios marginales, no obstante, durante su estancia en
prisión cuentan con la tranquilidad de que su marido, sobretodo a través de la venta ambulante, puede
sacar adelante la familia por lo que se comparten las cargas familiares, cosa que no ocurre en el caso de
otros colectivos de reclusas como veremos más adelante. La familia, por tanto, suele ser el mayor apoyo
que tienen fuera de prisión, aunque a su vez en algunos casos, sobretodo en aquellos en que quien está
en prisión no es la cabeza de familia sino una hija, pueda ser igualmente la razón para no desvincularse
de la situación de exclusión y del comportamiento delictivo, pues puede ser que desde el propio núcleo
familiar se siga fomentando el robo o la venta de drogas como modo de aportar un dinero complementario
a la economía familiar.
“Yo quiero mucho a mi madre, claro que sí, pero cuando salga de aquí no quiero
volver con mi familia, porque yo no quiero más esta vida, que ya he tenido bastante y
lo he pasado muy mal, y si vuelvo mi madre siempre está que si quiere más dinero y
más, y yo lo que quiero es poder irme con mis hijas a otro sitio y trabajar y darles una
vida sin robos, ni cárceles, ni drogas, que estén orgullosas de mi”.
Es por el sentimiento familiar, la gran vinculación y el sentido de la responsabilidad que estas
mujeres tienen con su familia por lo que para ellas el ingreso en prisión se vive de una forma más
estigmatizante que para los hombres, ya que ellas suelen ser el referente dentro del núcleo familiar, de
forma que para ellas el ingreso en prisión es mucho más duro pues se vive como un doble castigo, la
privación de libertad y la privación de la cercanía con la familia, puesto que, aunque suelen ser familias
bastante cohesionadas, el paso de estas mujeres por la cárcel puede llevar a la familia a un cierto grado
de desestructuración ya que la familia en este sentido al perder la figura de la madre pierde también el
punto de referencia por el que guiarse y organizarse.
90