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economía (80%, diez puntos más que el de las personas españolas) y, en consecuencia, en la tasa de
empleo.
Por otro lado, la inmigración también ha influido de forma indirecta en variables como la reducción
del grado de desajuste entre oferta y demanda de trabajadores/as, la reducción de la tasa en paro
estructural, la provisión de mano de obra a sectores clave en nuestra economía (como construcción y
hostelería) o el incremento de superávit presupuestario, lo que supone, en términos fiscales, que las
personas inmigrantes, hasta el momento, aportan más de lo que perciben.
Así, la filosofía que impera en dicho plan es la integración social de la población inmigrante,
concretada en unos objetivos claros: potenciar la cohesión social, desarrollar políticas públicas basadas en
la igualdad de derechos y oportunidades de los españoles e inmigrantes, adaptar los servicios públicos a
este nuevo panorama, así como fomentar el sentimiento de pertenencia de las personas inmigrantes a la
sociedad y favorecer la compresión del fenómeno migratorio. Este enfoque implica a todos los agentes
sociales (ya sea población española o inmigrante) y públicos en sus distintos niveles, central, autonómico
y local, considerando el fenómeno de la inmigración desde una perspectiva global.
Viendo la situación en que se encuentran estos grupos y los problemas a que se enfrentan en el
proceso de integración en el mercado laboral, podemos afirmar que la empleabilidad de estos colectivos
(entendiendo como empleabilidad la posibilidad real de acceder a un empleo que tiene una persona aquí y
ahora y, por tanto, la capacidad que tiene de adaptarse a la oferta de empleo existente) es muy escasa,
pues en su caso se da una acumulación de carencias tanto en el ámbito educativo (en cuanto a reciclaje,
adaptación de conocimientos y capacidades profesionales a las nuevas exigencias del mercado laboral)
como en su experiencia laboral (por las razones que ya hemos comentado) que unidos a posibles déficits
en actitudes y hábitos sociolaborales les sitúa en el inicio de una espiral de exclusión sociolaboral que les
impide reunir las condiciones mínimas de empleabildad.
Por otro lado, la ocupabilidad de estos grupos (entendiéndola como el acceso a aquellos puestos
de trabajo para los que están cualificados y que son para ellos objetivos laborales preferentes) también es
muy escasa, pues en muchos casos encontramos personas con formación adecuada que por razones
citadas anteriormente, como es la falta de experiencia, acceden a puestos que poco tienen que ver con
sus objetivos reales.
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