El atesorador delibros y el capitalistaracional*118No recuerdo exactamente en qué momentocomencé a convertirme en uncomprador compulsivo de libros. Yno es que tenga una biblioteca quevalga resaltar por <strong>la</strong> cantidad y cualidad particu<strong>la</strong>rde sus ejemp<strong>la</strong>res, lo cierto es que sientoel apasionamiento especial que atrapa a todobuen coleccionista de libros –espero, por lo demás,lograr construir una buena biblioteca en elfuturo y con <strong>la</strong> compulsión aquel<strong>la</strong>, es bastanteprobable–, tampoco sé exactamente en qué momentodejé de sentirme mal por comprar librosque luego no iría a leer, que no leí hasta ahoray que, probablemente, nunca leeré. Tal vez fuecuando leí, entre sorprendido y entusiasta, aquelcuento de Monterroso l<strong>la</strong>mado “Cómo me deshicede quinientos libros”, esa narración me alegrómucho pues me liberaba de <strong>la</strong> necesidad detener que leer todos los libros que compraba yque aumentaban en razón, no contraria más biensí, mayor a <strong>la</strong> cantidad de los que leía. Ademásestaban <strong>la</strong>s lecturas universitarias, que no puedonegar, también me llenaban grandemente, peroreducían mi capacidad de leer otros textos queadquiría.En su cuento, Monterroso re<strong>la</strong>ta cómo tuvoque deshacerse de cientos de libros de su bibliotecay cómo esta tarea resultó ser más difícilde lo que pensaba. No quería donarlos pues “lerestaba espíritu aventurero al asunto” y tampocoquería botarlos ni nada parecido. La dificultadtambién consistía en seleccionar los que sequedarían, los imprescindibles y los que debíadesechar, pues habían muchos que nunca habíallegado a leer. Más allá del hecho anecdótico,Monterroso resalta <strong>la</strong> necesidad que tiene, quiengusta de los libros, de tener todos los que le confieranel matiz intelectual que busca, aunque nisiquiera llegue a abrirlos. Es decir que el coleccionistase sentirá satisfecho en tener todos loslibros que puedan soportar <strong>la</strong> imagen que tienede sí mismo y de sus intereses intelectuales, sintener que leerlos.Después de esa lectura otro hito que marca <strong>la</strong>slicencias que luego me di en cuanto a mis lecturases <strong>la</strong> conversación que tuve con don JaimeNistahuz, siempre dispuesto a conversar, ensu puesto de venta de libros en el pasaje Mari-
na Nuñez del Prado. Él me contó con desparpajoque habían montones de libros clásicos que nohabía nunca terminado de leer, por aburrimientoo desagrado y que inclusive había publicado unalista de ellos en <strong>la</strong> columna que otrora tenía en elperiódico Presencia –decía– “si mal no recuerdo”.Al parecer aquel artículo había dejado aliviados amuchos escritores que se avergonzaban de no haberterminado de leer el “Doctor Zhivago” o “LaGuerra y <strong>la</strong> Paz”.Justamente don Jaime, que vende sus libros en unpuesto, que según me cuentan, le pertenece al vateHumberto Quino, me dio paso a pensar <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ciónentre alguien como él, un librero, y un coleccionistade libros. Porque, aunque <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción/diferencia parezcaevidente, cabe decir que él, al ser también escritory coleccionista, tiene gustos re<strong>la</strong>tivamente exquisitosa <strong>la</strong> hora de vender sus libros. Además estáel hecho de que comparte de forma análoga tanto <strong>la</strong>afición de coleccionar libros con <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor de venderlos(<strong>la</strong> mayoría de <strong>la</strong>s veces, seguramente, a otros litera-Giovanni BelloGiovanni Bello es estudiante de Historiay es un entusiasta de <strong>la</strong> música y <strong>la</strong> literatura.Ha co<strong>la</strong>borado esporádicamente con<strong>la</strong> prensa paceña (La Razón, Página Siete)y con <strong>la</strong> revista La Letra Libre sobre estostópicos. Además de editar un periódicomural en <strong>la</strong> Facultad de Humanidades de<strong>la</strong> UMSA, co-conduce el microprogramaradial “Conversando” de <strong>la</strong> emisora WaynaTambo.119* Envío especial para La Migraña.
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