ÉTICA PÚBLICA FRENTE A CORRUPCIÓN
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Edgar Ramón Aguilera<br />
EL PAPEL DE LAS VIRTUDES <strong>PÚBLICA</strong>S<br />
En palabras de Zimbardo:<br />
La idea de que un abismo insalvable separa a la gente buena<br />
de la mala es reconfortante (porque) crea una lógica binaria<br />
que esencializa el Mal. La mayoría de nosotros percibimos el<br />
Mal como una entidad, como una cualidad inherente a algunas<br />
personas y no a otras. Al final, las malas semillas cumplen su<br />
destino produciendo malos frutos. Definimos el mal señalando a<br />
seres realmente malvados de nuestro tiempo como Hitler, Stalin,<br />
Sadam Hussein y otros dirigentes políticos que han orquestado<br />
matanzas atroces…. Mantener esta dicotomía entre el Bien y<br />
el Mal también exime de responsabilidad a la “gente buena”.<br />
Incluso la exime de reflexionar sobre su posible participación en<br />
la creación, el mantenimiento, la perpetuación o la aceptación<br />
de las condiciones que contribuyen al crimen, la delincuencia,<br />
el vandalismo, la provocación, la violación, la intimidación, la<br />
tortura, el terror y la violencia. (Nos decimos que) “el mundo es<br />
así; poco se puede hacer para cambiarlo y menos aún puedo hacer<br />
yo (Zimbardo, 2008: 27-28).<br />
Retomando el caso de los jueces “avispas”, no estoy sugiriendo que no<br />
podamos describirlos como personas que en efecto, poseen –temporal o<br />
permanentemente– los vicios de carácter referidos, ni que no podamos<br />
responsabilizarlos moral y/o jurídicamente por sus acciones. Sin embargo,<br />
si nos interesa comprender su comportamiento de forma más holística (a los<br />
efectos de propiciar el cambio mediante políticas públicas adecuadas), quizá<br />
valga la pena remover por un instante el presupuesto implícito en el análisis<br />
“disposicional” que, de entrada, los sataniza y trata como “manzanas podridas”<br />
de las que debemos librarnos cuanto antes, para que, ya sin ellas, el sistema de<br />
impartición de justicia funcione adecuadamente, es decir, como naturalmente<br />
lo haría sin esos elementos anómalos o negativos. En otras palabras, quizá sea<br />
conveniente preguntarnos qué es lo que pudo haber operado su transformación<br />
parcial 5 o permanente. 6<br />
5<br />
Transformación que, asemejándose al personaje de Robert Louis Stevenson –el doctor Jekyll y el señor Hyde-, se<br />
manifiesta o se acentúa sólo cuando desempeñan sus funciones.<br />
6<br />
Sin dejar de contemplar, claro, la posibilidad de que no haya ocurrido tal transformación, o bien, que ésta haya sido<br />
mínima, dadas las predisposiciones o tendencias del individuo en cuestión.<br />
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