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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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granja que había visitado cuando era muy joven. Había descubierto entonces que<br />

en alguna parte, detrás de los siete velos de la irrealidad, detrás de las paredes de<br />

las salas de recibo y los muros ciudadanos de latón, las vacas pastaban, y los<br />

cerdos dormían al sol, en los charcos tibios, y los perros ladraban corriendo<br />

detrás de ovejas blancas por las lomas.<br />

Ahora, el aroma seco del heno, el movimiento de las aguas, lo hacían pensar<br />

en el heno fresco de un granero solitario, alejado de las ruidosas carreteras, en<br />

los fondos de una pacífica granja, y bajo un viejo molino de viento que chirriaba<br />

como el paso de los años sobre su cabeza. Se quedaría en el desván del granero<br />

toda la noche, escuchando los animales lejanos, los insectos y los árboles, los<br />

movimientos minúsculos.<br />

Durante la noche, pensó, oiría quizá bajo el desván el sonido de unos pasos. Se<br />

sentaría, sobresaltado. El sonido se perdería a lo lejos. Volvería a acostarse y<br />

miraría hacia afuera y vería que en la granja se apagarían las luces, y una<br />

mujer muy joven y hermosa se asomaría a una ventana oscura y se trenzaría el<br />

cabello. Le costaría verla, pero su rostro sería como el rostro de la muchacha que<br />

hacía tanto tiempo, en el pasado, conocía el lenguaje de las nubes y no temía que<br />

la quemasen las luciérnagas, y sabía qué significaba una flor de diente de león<br />

frotada bajo la barbilla. Luego, la muchacha desaparecería de la ventana y<br />

volvería a aparecer en el primer piso, en una habitación iluminada por la Luna. Y<br />

entonces, bajo el sonido de la muerte, el sonido de los aviones que cortaban el<br />

cielo en dos negros pedazos de horizonte, y acería en el desván, oculto y a salvo,<br />

observando aquellas nuevas y raras estrellas en el borde de la tierra, estrellas que<br />

huían del suave color del alba.<br />

Y a la mañana no tendría sueño, pues los olores cálidos y las escenas de la<br />

noche campesina le habrían quitado todo cansancio y lo habrían hecho dormir<br />

con los ojos abiertos, y la boca que esbozaba una sonrisa.<br />

Y allí, al pie de la escalera del desván, esperándolo, estaría aquella cosa<br />

increíble. Descendería cuidadosamente, en la luz rosada del amanecer, sintiendo<br />

tan intensamente el mundo que tendría miedo, y se detendría junto al pequeño<br />

milagro, y al fin se inclinaría y lo tocaría.<br />

Un vaso de leche fresca y unas pocas peras y manzanas esperaban al pie de<br />

la escalera.<br />

Eso era todo lo que deseaba ahora. Una señal que le dijese que el mundo<br />

inmenso lo aceptaba y le dejaba tiempo para pensar en todas las cosas que debía<br />

pensar.<br />

Un vaso de leche, una manzana, una pera.<br />

Montag salió del río.<br />

La tierra se lanzó hacia él, como la ola de un maremoto. Montag fue<br />

aplastado por la oscuridad, la visión de la tierra y el millón de olores de aquel aire<br />

que le helaba el cuerpo. Cay ó hacia atrás empujado por un frente de oscuridad,

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