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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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Mildred chillaba de risa en la sala.<br />

Montag fue a su armario en el dormitorio, y miró las fichas de la maletaarchivo<br />

hasta que encontró una encabezada: investigaciones futuras. Allí estaba el<br />

nombre de Faber. No lo había olvidado, y no lo había borrado.<br />

Llamó por un teléfono auxiliar. El teléfono del otro extremo de la línea gritó el<br />

nombre de Faber una docena de veces antes de que el profesor contestase con<br />

una voz débil. Montag se presentó y hubo un largo silencio.<br />

—¿Sí, señor Montag?<br />

—Profesor Faber, quiero hacerle una pregunta bastante rara. ¿Cuántos<br />

ejemplares de la Biblia quedan en este país?<br />

—No sé a qué se refiere.<br />

—Quiero saber si hay algún ejemplar.<br />

—¡Esto es una trampa! ¡No puedo hablar con cualquiera por teléfono!<br />

—¿Cuántos ejemplares de Shakespeare y Platón?<br />

—¡Ninguno! Lo sabe tan bien como yo. ¡Ninguno!<br />

Faber cortó la comunicación.<br />

Montag dejó caer el auricular. Ninguno. Los índices del cuartel de bomberos<br />

ya lo decían, por supuesto. Pero por alguna razón había querido oírselo decir a<br />

Faber.<br />

En la sala de recibo el rostro de Mildred estaba rojo de excitación.<br />

—¡Bueno! ¡Vienen las señoras!<br />

Montag le mostró un libro.<br />

—Éste es el Antiguo y Nuevo Testamento, y…<br />

—¡No empieces otra vez!<br />

—Quizá sea el último ejemplar en esta parte del mundo.<br />

—Tienes que devolverlo esta noche, ¿no es cierto? El capitán Beatty sabe que<br />

tienes ese libro, ¿no es cierto?<br />

—No creo que sepa qué libro he robado. ¿Pero cómo podré elegir un<br />

sustituto? ¿Devolveré al señor Jefferson? ¿O al señor Thoreau? ¿Cuál vale menos?<br />

Si elijo un sustituto y Beatty sabe qué libro he robado, ¡pensará que tenemos aquí<br />

toda una biblioteca!<br />

Mildred torció la boca.<br />

—¿Ves lo que estás haciendo? ¡Vas a arruinarnos! ¿Quién es más importante,<br />

yo o la Biblia?<br />

Mildred chillaba ahora, sentada allí como una muñeca de cera que se derrite<br />

con su propio calor.<br />

Montag podía oír la voz de Beatty.<br />

—Siéntate, Montag. Observa. Delicadamente, como los pétalos de una flor.<br />

Quemamos la primera página, luego la segunda, y se transforman en mariposas<br />

negras. Hermoso, ¿eh? Quemamos la página tercera con la segunda, y así una<br />

tras otra, en una cadena de humo, capítulo por capítulo, todas las tonterías

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