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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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Algún primo le había dicho: « ¡Llena este tamiz y te daré un premio!» . Y cuanto<br />

más rápido echaba la arena, más rápido pasaba por el tamiz, con un suspiro<br />

cálido. Se le cansaban las manos, la arena hervía, el tamiz estaba vacío. Sentado<br />

allí, en pleno julio, en silencio, sintió que las lágrimas le rodaban por la cara.<br />

Ahora, mientras el tubo neumático lo arrastraba velozmente entre los sótanos<br />

muertos de la ciudad, sacudiéndolo, recordó otra vez la lógica terrible de aquel<br />

tamiz. Bajó la vista y vio que llevaba la Biblia abierta. Había gente en el tren de<br />

succión, pero apretó el libro entre las manos, y se le ocurrió entonces aquella<br />

idea tonta: si lees con suficiente rapidez, y lo lees todo, quizá quede en el tamiz<br />

algo de arena. Comenzó a leer, pero las palabras pasaban del otro lado, y pensó:<br />

dentro de unas horas allí estará Beatty, y aquí estaré y o, tratando de no perder<br />

ninguna frase, de recordar todas las líneas. Tengo que hacerlo.<br />

Apretó el libro en sus puños.<br />

Se oy ó el sonido de unas trompetas.<br />

—El dentífrico Denham.<br />

Cállate, pensó Montag. Mirad los lirios del campo.<br />

—El dentífrico Denham.<br />

Ellos no trabajan…<br />

—Denham.<br />

Mirad los lirios del campo, cállate, cállate.<br />

—¡Dentífrico!<br />

Montag abrió bien el libro y alisó las páginas y las tocó como si fuese ciego,<br />

siguiendo la forma de las letras, sin parpadear.<br />

—¡Denham! Se deletrea: D-E-N…<br />

Ellos no trabajan ni…<br />

El murmullo de la arena caliente a través de un tamiz vacío.<br />

—¡Denham lo hace!<br />

Mirad los lirios, los lirios, los lirios…<br />

—El detergente dental Denham.<br />

—¡Cállate, cállate, cállate!<br />

Fue un ruego, un grito tan terrible que Montag se puso de pie. Los<br />

sorprendidos pasajeros lo miraban fijamente, se apartaban de ese hombre de<br />

cara hastiada, de boca seca, que farfullaba algo incomprensible, que llevaba en<br />

la mano un libro aleteante. Gente que hasta hacía un momento había estado<br />

tranquilamente sentada, siguiendo con los pies el ritmo del Dentífrico Denham,<br />

del Detergente Dental Denham, del Dentífrico Dentífrico Dentífrico Denham,<br />

uno dos, uno dos tres, uno dos, uno dos tres. Gente que había estado masticando<br />

débilmente las palabras Dentífrico Dentífrico Dentífrico. La radio del tren vomitó<br />

a trozos sobre Montag una enorme carga de música de latón, cobre, plata, cromo<br />

y bronce. La gente era triturada hasta la sumisión; no escapaban, no había a<br />

dónde escapar; el tren neumático hundía su cabeza en la tierra.

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