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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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tú, Montag, y eso soy y o.<br />

Mildred abrió la puerta de la sala y miró a los dos hombres, primero a Beatty<br />

y luego a Montag. Detrás de ella, unos fuegos de artificio verdes, amarillos y<br />

anaranjados llenaban las paredes siseando y estallando en una música de<br />

tambores, timbales y címbalos. La boca de Mildred se movía, como diciendo<br />

algo, pero el ruido tapaba las palabras.<br />

Beatty golpeó la pipa en la palma de su mano rosada y estudió las cenizas<br />

como si fuesen un símbolo que había que estudiar y descifrar.<br />

—Debes comprender que nuestra civilización, tan vasta, no permite minorías.<br />

Pregunta tú mismo. ¿Qué queremos en este país por encima de todo? Ser felices,<br />

¿no es verdad? ¿No lo has oído centenares de veces? Quiero ser feliz, dicen todos.<br />

Bueno, ¿no lo son? ¿No los entretenemos, no les proporcionamos diversiones?<br />

Para eso vivimos, ¿no es así?, para el placer, para la excitación. Y debes admitir<br />

que nuestra cultura ofrece ambas cosas, y en abundancia.<br />

—Sí.<br />

Montag podía leer, en el movimiento de los labios, lo que decía Mildred desde<br />

el umbral. Pero no quería mirarle la boca, pues entonces Beatty volvería la<br />

cabeza y leería también aquellas palabras.<br />

—¿A la gente de color no le gusta El negrito Sambo? Quémalo. ¿Los blancos<br />

se sienten incómodos con La cabaña del tío Tom? Quémalo. ¿Alguien escribió una<br />

obra acerca del tabaco y el cáncer pulmonar? ¿Los fumadores están afligidos?<br />

Quema la obra. Serenidad, Montag. Paz, Montag. Afuera los conflictos. Mejor<br />

aún, al incinerador. ¿Los funerales son tristes y paganos? Elimina los funerales. A<br />

los cinco minutos de morir, el hombre ya está de camino a la Gran Caldera:<br />

incineradores abastecidos por helicópteros y distribuidos todo a lo largo del país.<br />

Diez minutos después de la muerte, el hombre es una motita de polvo oscuro. No<br />

aflijamos a los hombres con recuerdos. Que olviden. Quememos, quemémoslo<br />

todo. El fuego es brillante y limpio.<br />

Los fuegos de artificio murieron en la sala detrás de Mildred. Mildred dejó de<br />

hablar casi al mismo tiempo; una milagrosa coincidencia. Montag contuvo la<br />

respiración.<br />

—Había una muchacha en la casa de al lado —dijo, lentamente—. Se ha ido.<br />

Creo que ha muerto. Ni siquiera recuerdo su cara. Pero era diferente. ¿Cómo…<br />

cómo pudo ocurrir?<br />

Beatty sonrió.<br />

—Aquí o allá, ocurre a veces. ¿Clarisse McClellan? Tenemos registrada a la<br />

familia. Los hemos vigilado. La herencia y el ambiente son cosas raras. No es<br />

posible eliminar en poco tiempo todos los obstáculos. El ambiente hogareño<br />

puede destruir en gran parte la obra de la escuela. Por eso la edad de la admisión<br />

en el jardín de infantes ha ido disminuy endo año tras año y ahora sacamos a los<br />

niños casi de la cuna. Hubo varias falsas alarmas a propósito de los McClellan

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