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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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—¿Podríamos?<br />

—Usted y y o.<br />

Faber se enderezó en su silla.<br />

—¡Oh, no!<br />

—Pero permítame que le explique mi plan…<br />

—Si insiste en eso, tendré que pedirle que se vay a.<br />

—¿Pero no le interesa?<br />

—No si me habla usted de esas cosas. No quiero que me quemen. Sólo podría<br />

hacerle caso si consiguiéramos, de algún modo, que los bomberos se quemasen a<br />

sí mismos. Si sugiriese usted que imprimiésemos libros y los ocultáramos luego<br />

en las casas de los bomberos, todo a lo largo del país, sembrando así la semilla de<br />

la sospecha entre esos incendiarios, ¡bravo!, le diría entonces.<br />

—Introducir los libros, poner en marcha la alarma, y ver cómo se queman<br />

las casas de los bomberos, ¿es eso lo que quiere decir?<br />

Faber alzó las cejas y miró a Montag como si estuviese viendo a otro hombre.<br />

—Era una broma.<br />

—Si usted cree que el plan vale la pena, tengo que tomarle la palabra.<br />

—¡No es posible garantizar estas cosas! Al fin y al cabo, cuando teníamos<br />

todos los libros, nos pasábamos el tiempo eligiendo los acantilados más altos para<br />

tirarnos de cabeza. Pero, es verdad, necesitamos acantilados más bajos. Los<br />

libros nos recuerdan que somos unos asnos y unos tontos. Son la guardia<br />

pretoriana del César, que murmura mientras los desfiles pasan ruidosamente por<br />

las avenidas: « Recuerda, César, que eres mortal» . La may oría de nosotros no<br />

puede correr de un lado a otro, hablar con toda la gente, visitar todas las ciudades.<br />

Nos falta tiempo, o amigos, o dinero. Las cosas que usted busca, Montag, están en<br />

el mundo; pero el noventa y nueve por ciento de los hombres sólo puede verlas<br />

en los libros. No pida garantías. Y no busque la salvación en una sola cosa:<br />

persona, máquina, o biblioteca. Ay údese a sí mismo, y si se ahoga, muera<br />

sabiendo por lo menos que estaba acercándose a la orilla.<br />

Faber se puso de pie y comenzó a pasearse por el cuarto.<br />

—¿Y bien? —preguntó Montag.<br />

—¿Habla en serio?<br />

—Muy en serio.<br />

—Es un plan insidioso. Ésa es mi opinión por lo menos. —Faber miró<br />

nerviosamente la puerta del dormitorio—. Ver arder los cuarteles de bomberos,<br />

destruidos como focos de traición. ¡La salamandra devorándose la cola! ¡Oh,<br />

Dios!<br />

—Tengo una lista de todas las residencias de bomberos. Con un trabajo<br />

subterráneo…<br />

—No se puede confiar en la gente, eso es lo peor. Usted y yo, ¿pero quién<br />

más para encender los fuegos?

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