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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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mundo y lo miraban; las voces conocían la tierra y los árboles y la ciudad que se<br />

extendía vía abajo, junto al río. Las voces hablaban de todo. Al oír la cadencia, el<br />

movimiento y el continuo estremecimiento de curiosidad y maravilla de aquellas<br />

voces, Montag supo que podían hablar de cualquier cosa.<br />

Y entonces uno de los hombres alzó los ojos y lo vio, por primera o por<br />

séptima vez, y una voz le dijo a Montag:<br />

—Muy bien, y a puede salir ahora.<br />

Montag retrocedió hacia las sombras.<br />

—Todo está bien —dijo la voz—. Bienvenido.<br />

Montag se acercó lentamente al fuego y a los cinco viejos que estaban allí,<br />

sentados, con pantalones azules y chaquetas y camisas del mismo color. No sabía<br />

qué decirles.<br />

—Siéntese —dijo el hombre que parecía ser el jefe—. ¿Un poco de café?<br />

Montag observó como vertían el líquido humeante y oscuro en una taza de<br />

estaño. Bebió lentamente y sintió que todos lo miraban con curiosidad. Se le<br />

quemaron los labios, pero no le importó. Todas las caras de alrededor tenían<br />

barba, unas barbas limpias y bien cortadas, y las manos eran también limpias. Se<br />

habían puesto de pie, como para dar la bienvenida a un huésped, y ahora habían<br />

vuelto a sentarse. Montag bebió el último sorbo.<br />

—Gracias —dijo—. Muchas gracias.<br />

—Bienvenido, Montag. Me llamo Granger. —El hombre le ofreció una botella<br />

de líquido incoloro—. Beba esto también. Le cambiará la composición química<br />

del sudor. Dentro de media hora usted olerá como otras dos personas. Con el<br />

Sabueso detrás de usted, lo mejor es un brindis.<br />

Montag bebió aquel líquido amargo.<br />

—Olerá un tiempo a gato mojado —dijo Granger—, pero no importa.<br />

—Usted me conoce —dijo Montag.<br />

Granger, con un movimiento de cabeza, señaló un aparato portátil de<br />

televisión junto al fuego.<br />

—Seguimos la cacería. Imaginamos que había ido hacia el sur, a lo largo del<br />

río. Cuando oímos que andaba por el bosque, parecido a un duende borracho, no<br />

nos escondimos como de costumbre. Las cámaras de los helicópteros volvieron a<br />

enfocar la ciudad y supusimos que usted se había metido en el río. Pasa algo<br />

gracioso allá. La cacería sigue aún. Aunque por otro camino.<br />

—¿Otro camino?<br />

—Miremos.<br />

Granger encendió el aparato portátil. La imagen en la pantalla era una<br />

pesadilla, condensada, que pasaba fácilmente de mano en mano, en el bosque,<br />

con colores y vuelos confusos. Una voz gritó:<br />

—¡La caza continúa en el norte de la ciudad! ¡Los helicópteros de la policía<br />

convergen hacia la avenida 87 y el parque de los Olmos!

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