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Los muertos no cuentan cuentos

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164<br />

guiaría hasta una mujer que, nacida en una <strong>no</strong>vela rosa del siglo<br />

antepasado, percibiría su figura encorvada.<br />

—Bue<strong>no</strong>s días, distinguida señora —dijo Chandley, e inclinándose<br />

hacia adelante hizo un gesto de cortesía.<br />

—Bue<strong>no</strong>s días —contestó en un murmullo la mujer,<br />

<strong>no</strong>tando un aroma rancio en el hombre y advirtiendo algo de<br />

falso en sus palabras.<br />

—Pasaba por aquí y me preguntaba si sería tan amable de<br />

ayudarme a encontrar algo que busco desde hace algún tiempo<br />

—colocó en la tierra un costal que cargaba en la espalda.<br />

—¿Es un objeto? Si se trata de eso creo que resultaría complicado<br />

para mí ayudarle. Este día espero a mi amado, nuestro<br />

encuentro está pactado a la hora sin sombra —tras una nube de<br />

la bóveda celeste el astro amarillo se acercaba al cénit.<br />

—No, <strong>no</strong> lo es. Más bien es una dirección —Chandley se<br />

frotó la barbilla con la ma<strong>no</strong> derecha—. Seguramente mi autor,<br />

un jovial cuentista, ha tenido un problema y aún <strong>no</strong> me ubica<br />

en un cuento específico.<br />

—Oh, ya lo veo. Esos descuidos <strong>no</strong> son del todo voluntarios,<br />

yo misma he sido víctima de ellos. La intención del autor, sin<br />

embargo, jamás es la de producir sufrimiento en <strong>no</strong>sotros los<br />

personajes, habitantes del espontáneo mundo de las palabras.<br />

Mi autor, por ejemplo, cuida de mí en todo momento, <strong>no</strong> hace<br />

si<strong>no</strong> inventar historias donde el paisaje es hermoso y la fealdad<br />

<strong>no</strong> existe. Usted sabe, utopías, mundos mágicos, lu gares<br />

felices… —en ese instante un colibrí posó su vuelo en una<br />

fl orecilla cercana a los pies de la mujer—. Pero <strong>no</strong> se pr eocupe<br />

más. Sígame —le dijo ella y lo condujo a las postrimerías del

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