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Los muertos no cuentan cuentos

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par de veces más y le dije, tomándola por el cabello: “Mira pinche<br />

negra fofa, te quieres pasar de bruja conmigo, ¿eh?, pero<br />

te topaste con pared. Lo que voy a hacer es meterte por el culo<br />

todas las pasas que me sacaste por la boca”.<br />

Ella me miró de una manera inexplicable. No se veía miedo<br />

en su mirada. Nada, nada se distinguía. Ah, pero de sus labios.<br />

De esos asquerosos y secos labios casi sale una sonrisa.<br />

No pude ver más su rostro y solté sus ca<strong>no</strong>sos cabellos. La<br />

pateé en el culo y le levanté el vestido. Estaba desnuda bajo el<br />

vestido. Eso me desconcertó. Casi pierdo mi resolución. Pero <strong>no</strong>,<br />

la tenía, ahí la tenía. Así la primera ciruela pasa. Aguanté el asco<br />

ante el estremecedor espectáculo de aquel a<strong>no</strong> decrépito. La<br />

coloqué en posición y con el palo la introduje lo más profundo<br />

posible. Así lo hice con las <strong>no</strong>venta y seis pasas restantes. La<br />

perra aullaba, gemía, lloraba, pero <strong>no</strong> se defendía. Parecía disfrutarlo.<br />

Así lo hacía. De vez en vez me miraba. Lanzaba miradas<br />

lascivas. Lúbricas. Lo único húmedo en aquel desértico cuerpo.<br />

Todo el proceso me excitó sobremanera. Entre el asco y una<br />

erección mayúscula, como hacía mucho <strong>no</strong> tenía, bajé mi bragueta<br />

y me la saqué. Ella, la muy puta, empezó a mamármela.<br />

Se sentía bien. Su boca sin dientes era impresionante. Sentir<br />

sus encías mordiéndome era terriblemente magnífico. Eyaculé<br />

dos veces seguidas en su boca. Ella se lo tragó gustosa. Después,<br />

ya exhausto, tirado en el piso, <strong>no</strong> pude evitar que se me montara.<br />

La erección volvió pronto. Se la metió por el culo. Todavía<br />

alcancé a sentir una de las ciruelas pasas que le clavé por ahí. Así<br />

estuvimos un rato hasta que recuperé la conciencia. Cuando me<br />

di cuenta de lo que estaba haciendo, el asco se apoderó de mí.

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