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Los muertos no cuentan cuentos

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mí sí que me la canten derecho y <strong>no</strong> me pidan que ande interpretando<br />

señales.<br />

Ella se acercaba y yo me quedaba inmóvil, como ardillita de<br />

Chapultepec: primero, porque <strong>no</strong> sabía qué hacer y, segundo,<br />

quería evitar que el más mínimo movimiento deshiciera el<br />

encanto de tenerla cerca.<br />

Y claro, lo típico, en ese preciso momento alguien iba por<br />

ella y yo me quedaba así <strong>no</strong>más, con cara de pendejez dominguera,<br />

mentándole la madre a toda mi herencia genética y al<br />

chingo de inseguridades que visto y calzo.<br />

<strong>Los</strong> días iban y venían sin que ninguna de las dos <strong>no</strong>s atreviéramos<br />

a dar el paso definitivo. Las palabras parecían estorbar<strong>no</strong>s<br />

cuando estábamos solas y, al me<strong>no</strong>s yo, prefería dialogar<br />

con su sonrisa o con sus ma<strong>no</strong>s. Así, con el pretexto del colguije<br />

que cambiaba de color, los aretes de bolita o el acondicionador<br />

nuevo para el pelo, <strong>no</strong>s acercábamos tanto que el beso simplemente<br />

hacía lo suyo y <strong>no</strong>sotras <strong>no</strong>s dejábamos llevar. Luego<br />

las caricias se hacían urgentes, pero ahí sí <strong>no</strong> había modo: las<br />

ganas siempre se <strong>no</strong>s quedaban encalladas; después las dos <strong>no</strong>s<br />

sumíamos en un estúpido silencio, hasta que ella se cansaba de<br />

callar conmigo y se empezaba a reír, así <strong>no</strong>más como loquita.<br />

A mí eso siempre me hacía e<strong>no</strong>jar y me daba por mandarla al<br />

diablo. Lo hacía e invariablemente surgía el arrepentimiento,<br />

porque era acabar con la magia de lo que éramos y <strong>no</strong> acabábamos<br />

de ser; volvíamos a la rutina de ser amigas, a las frases<br />

hechas, al clima, la escuela y las <strong>no</strong>ticias. Todo lo anterior,<br />

nuestra historia inenarrable, se iba al carajo, así de fácil y así de<br />

rápido, y para revivirla había que esperar la llamada telefónica

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