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cualquiera con parecido a Cuauhtémoc. Esos extremos de realismo a mí<br />
me parecen surrealistas.<br />
No revelaré nuevas fuentes documentales ni anunciaré descubrimientos<br />
de tipo histórico o material (balas de cañón, huesos de dinosaurio, puntas de<br />
flecha). Mi meta es presentar una nueva lectura del legado historiográfico<br />
de la región. No pretendo competir con historiadores y especialistas, sino<br />
dirigirme al lector en general. Quiero descubrir argumentos y ofrecer<br />
interpretaciones para renovar el interés sobre tópicos aparentemente<br />
agotados.<br />
OBJETIVO CERCANO<br />
Este recuento abarcará desde los primeros asentamientos hasta 1920. Así<br />
como el desierto enorme apenas tiene unos pocos huizaches, también<br />
este lapso de tiempo es dilatado pero, a no ser que tengamos esa obsesión<br />
genealógica que tienen algunos bien nacidos que escriben ensayos llenos<br />
de listas de nombres, como si en lugar de un tratado histórico quisieran<br />
reescribir el directorio telefónico, bien podemos ocuparnos de lo más<br />
relevante.<br />
En el siglo XVI encontramos fundadores y primeros asentamientos, así<br />
como en el XVII, misioneros, presidios y viajeros; en el XVIII, tropezamos con<br />
las Reformas Borbónicas: impuestos creados por la Corona española y las<br />
muy pocas ganas de pagarlos por parte de los habitantes de las Provincias<br />
Internas de Oriente; en el XIX, resultan de importancia la Guerra de<br />
Independencia, el conflicto Juárez-Vidaurri y el gobierno de José María<br />
Garza Galán. En materia económica, la modernización llegó a Coahuila<br />
con la introducción del ferrocarril; surgieron las grandes industrias y se<br />
produjo, en consecuencia, un gran daño al ecosistema: indiferente a esta<br />
conciencia ambientalista, de la que apenas ahora nos damos cuenta, la<br />
sociedad saltillense del porfiriato bailaba valses en el Casino. En materia<br />
cultural encontramos en el siglo XIX un huizache solitario: Manuel<br />
Acuña.<br />
La tranquilidad duró poco. Un rico hacendado coahuilense, desoyendo los<br />
consejos de su abuelo, encendió la mecha que haría estallar la Revolución<br />
Mexicana y se lanzó a la aventura que lo llevaría a la presidencia de<br />
la República y más tarde a la muerte. Así como un coahuilense dio<br />
inicio al movimiento, otro de nuestros coterráneos, al ser victimado en<br />
Tlaxcalantongo, se encargaría de sellar, en 1920, el periodo más violento<br />
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