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jurada en Cadiz en 1812, el día de San José) no está de más recordar<br />
que don Miguel fue uno de los diputados de las colonias americanas<br />
que participó en la elaboración de esa carta magna, así como diez años<br />
después lo haría con la primera constitución mexicana. Este personaje<br />
cuya elaborada genealogía se encargó de desplegar el infaltable Vito<br />
Alessio Robles, desciende en línea directa de Santos Rojo, a quien se<br />
debe el culto del Santo Cristo de la Capilla que, como se sabe, llegó desde<br />
Xalapa a lomo de mula. Ramos Arizpe tuvo que ser tan sufrido como el<br />
Santo Cristo y tan obcecado como la mula. No le quedaba de otra: cayó en<br />
desgracia desde muy joven por ganarse la inquina del obispo de Linares,<br />
don Primo Feliciano Marín de Porras (¿?-1815), un español cuya aversión<br />
a los criollos del noreste novohispano resultó tan evidente como puede<br />
apreciarse en el hecho de que, a pesar de que Ramos Arizpe siempre fue un<br />
alumno brillante y ganó por unanimidad todos los concursos para obtener<br />
cargos importantes dentro de la jerarquía eclesiástica, el obispo siempre<br />
lo castigó mandándolo a oscuros y apartados pueblos, en donde el joven<br />
clérigo nunca podría sobresalir.<br />
La gran oportunidad de Ramos Arizpe llegó cuando, en 1810, las Cortes<br />
de Cadiz solicitaron que, en vista de que España, invadida por las huestes<br />
napoleónicas, preparaba una constitución que reemplazara al rey depuesto<br />
por Napoleón y le devolviera a los españoles su soberanía, se solicitaba que<br />
para las futuras cortes se designasen 26 diputados que representaran a las<br />
provincias de América. Ramos Arizpe, que ese mismo año (1810) había<br />
obtenido su título de doctor en Leyes, se hizo elegir por el Ayuntamiento<br />
de Saltillo representante por Coahuila en las Cortes de Cadiz, pese a que<br />
la capital de la provincia en ese entonces era Monclova.<br />
La historia de la participación de Ramos Arizpe en las Cortes, así como<br />
su encuentro con otros representantes de Nueva España (José Antonio<br />
Joaquín Pérez, de Puebla; José Miguel Guridi y Alcocer, de Tlaxcala; y,<br />
por supuesto, con su amigo y rival el regiomontano fray Servando Teresa<br />
de Mier) ha sido narrada de varias maneras por diferentes historiadores<br />
contemporáneos y anteriores, pero quizá ningún texto hable mejor del<br />
desempeño de Ramos Arizpe que su célebre Memoria presentada en las<br />
Cortes de Cadiz, uno de los pocos testimonios escritos que dejó este parco y<br />
reservado clérigo, quien pese a ello sabía ser elocuente y hasta escandaloso<br />
en el momento oportuno.<br />
Su Memoria, leída actualmente, impresiona por su claridad, concisión,<br />
abundancia de datos y, al mismo tiempo, orden y capacidad de síntesis.<br />
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