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de Ceremonias y el premio para Novo en un sobre con cuatro billetes de a<br />
mil y el baile en el “Patio Español”.<br />
Dentro de los Juegos Florales Nacionales con motivo del Centenario<br />
de Acuña, hubo dos temas para el verso: “Estampa del siglo XIX”, primer<br />
tema; y “Laudanza de la provincia”, segundo tema. Fueron premiados un<br />
corrido atroz de Miguel N. Lira y un poema soporífero de Salvador Novo<br />
y, cosa curiosa, surgió de allí la idea de fundar la Casa de la Cultura de<br />
Coahuila con sede en la capital del estado, proyecto que no se llevó a<br />
cabo de inmediato. Tuvieron que pasar aproximadamente veinticinco años<br />
para que Óscar Flores Tapia, ya flamante gobernador de Coahuila, fundara<br />
la Casa de la Cultura de Saltillo y muchas otras más en todo el estado.<br />
En cambio, el novelista Agustín Yañez, quien más tarde fungiría como<br />
gobernador del estado de Jalisco (1953-1959), ni tardo ni perezoso fundó<br />
en Guadalajara la Casa de la Cultura Jalisciense, en la cual se crearon<br />
dos talleres literarios, uno de ellos dirigido por Elías Nandino, otro de<br />
los asistentes al centenario acuñesco y uno de los decanos de los talleres<br />
literarios en México. Juan José Arreola, por su parte, también coordinaría<br />
talleres literarios.<br />
En fecha muy posterior, el escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja<br />
fundó en San Luis Potosí el taller piloto de coordinadores, de donde<br />
saldrían los coordinadores del Taller Itinerante Pedro Garfias, que funcionó<br />
simultáneamente en Saltillo, Torreón y Monterrey. Para mí la importancia<br />
de estos talleres está en que representan la lucha contra el esfuerzo de los<br />
eupátridas, la llamada gente de abolengo, por volver a cerrar un camino<br />
que debiera ser libre para todos. Hagan de cuenta, y si me permiten la<br />
comparación excesiva, que los talleres literarios fueron para muchos<br />
escritores salidos de todos los estratos sociales, lo que David fue para<br />
Eugenia, el protector que reivindica a la mujer caída. Y nunca faltará el<br />
literato nice, santoleado por chilangos, recién llegado del extranjero (o<br />
prófugo de La Laguna), que nos lo reproche. Y no en un baile, sino en un<br />
Encuentro de Escritores.<br />
Los restos de Manuel Acuña han estado en peligro de correr la misma<br />
suerte que los de su vecino neolonés fray Servando Teresa de Mier. Para no<br />
ir muy lejos, cuando Manuel Acuña fue trasladado de México a la Rotonda<br />
de los Hombres Ilustres de Saltillo, a su calavera se le cayeron dos dientes<br />
y no faltó quien quisiera guardarlos como reliquia. Incluso repartiendo el<br />
botín con alguien más, como si se tratara de las muelas de Santa Apolonia<br />
(vulgo: dados).<br />
Federico González Náñez, en su obra Crónica de la Cultura de Coahuila,<br />
acusa a Héctor González Morales de haberse robado un diente del poeta.<br />
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