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abra. Los más disertaron sobre las costumbres de los osos que, a veces, se<br />

raptaban a los hombres, agregando que mientras más feo fuera el raptado,<br />

más rendido era el enamoramiento de los plantígrados femeninos. 14<br />

En casi todas las culturas aparecen esas leyendas, que van de lo fascinante<br />

a lo aterrador: seres humanos tienen sexo con animales y engendran<br />

monstruos. La mitología griega nos habla del centauro, del minotauro; de<br />

mujeres que se convierten en vacas, de hombres que se transforman en<br />

bestias (y eso que no estamos hablando de la vida conyugal).<br />

Nuestra región no es ajena a esa clase de consejas. He de observar que<br />

nosotros le hemos aportado un matiz simpático al indicar que es la fealdad<br />

y no la belleza la que vuelve a los hombres proclives de ser raptados por<br />

una osa. No nos hacemos responsables del producto de tales himeneos,<br />

porque en los epitalamios hay demasiado jaleo o rejuego, así que si usted<br />

llega a ver en Saltillo un niño feo, peludo y que, cuando lo regaña, gruñe<br />

o quiere tirarle un zarpazo, no olvide lo que se dice: en toda leyenda hay<br />

un cierto grado de verdad. 15<br />

14 Siguiendo una costumbre que también tenían otros escritores de la época, como Alfonso<br />

Reyes (1889-1959) o monseñor Joaquín Arcadio Pagaza (1839-1918), don Vito solía interpolar<br />

el mismo pasaje a propósito de un tema en otro libro donde apareciera el mismo tema o un<br />

tema afín. Hábito seguramente surgido de la dificultad que existía entonces para reeditar<br />

completos libros anteriores. Un curioso precursor del copy-paste que existe en los programas de<br />

computadora y que se ha convertido en la salvación de los articulistas faltos de inspiración y<br />

en la pila de agua bendita de los estudiantes perezosos, con la desventaja para don Vito y los<br />

escritores de su época de que en aquel entonces sólo había tijeras, papel y engrudo. El pasaje<br />

sobre esas personas feas raptadas por los osos y llevadas a lo más escondido del monte fue<br />

incluido por Alessio Robles, con ligeras variantes, en la columna periodística de Excélsior y en su<br />

libro Saltillo en la historia y en la leyenda, pp. 36-38.<br />

15 Sin contar con aquellos que hacen el oso y tratan de pasarse de listos o caen en lo más bajo<br />

por andar en estado burro. Aunque ese animalero no tiene nada de extraordinario y, en ciertos<br />

lugares de la ciudad, resulta harto frecuente, no nada más en la sierra.<br />

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