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nían dinero para irse a España.<br />
Mi tía, la monja Ana Hurtado de Mendoza, le pidió a mi padre que la<br />
ayudara económicamente. Le dijo: “Nosotras no tenemos en el convento<br />
más que unas cuantas cosas de valor, Gustavo, pero te dejamos en pago<br />
la pintura de sor Juana y una inmaculada bellísima, firmada por Andrés<br />
López y fechada en 1794”. Así llegó el retrato a poder de mi familia (estos<br />
datos los da el padre Tapia, quien vino desde Monterrey a entrevistarme<br />
para ratificar eso, después de haber pedido, incluso, datos a las monjas<br />
jerónimas en España).<br />
Tiempo después, cuando yo vivía enfrente del convento de Churubusco,<br />
en Coyoacán, todos los sorjuanistas me pedían permiso para ir a ver la<br />
pintura a mi casa y tomarle fotografías. Coincidieron en que aquel era el<br />
único retrato auténtico de sor Juana, o sea el único que le fue tomado del<br />
natural. Sabían ellos que de México había salido otro retrato. Ya las monjas<br />
viejas no me pudieron decir cuándo, no lo recordaban. Ni mi tía abuela que<br />
luego fue la superiora en Madrid y en México, una mujer inteligente, ni la<br />
madre Consuelo Vasconcelos. Hubo una americana, Dorothy Schons, que<br />
se llevó esa pintura de sor Juana, muy probablemente también propiedad<br />
del convento de jerónimas. Parece que está actualmente en un museo<br />
de Estados Unidos. Es el retrato más pequeño, busto solamente de Sor<br />
Juana.<br />
Estos son los dos retratos conocidos, pero la idea de las monjas y de los<br />
sorjuanistas es que el que se llevó Dorothy Schons es una copia del de<br />
Juan de Miranda. En una ocasión, desayunado con el gobernador Flores<br />
Tapia, invitó al señor Pompa y Pompa, director del Museo de Antropología<br />
de Chapultepec. Pompa y Pompa nos contó al gobernador y a mí que estaba<br />
colaborando con Margarita López Portillo, que estaba enamorada de la<br />
figura de sor Juana y que iba a escribir sobre ella. Entonces le pregunté<br />
si en su libro iba a aparecer el retrato de sor Juana. Pompa y Pompa, con<br />
toda su pompa, no tenía la menor idea de la existencia de aquella pintura,<br />
menos aún la señora López Portillo, pomposa como era. Pero tomó nota<br />
inmediatamente y por eso en el libro de esa mujer ya aparece fotografiado<br />
el cuadro de sor Juana.<br />
Margarita López Portillo inventó luego que en la excavación que había<br />
mandado hacer en el Antiguo Convento de San Jerónimo, siendo su<br />
hermano presidente, habían encontrado un cuerpo con el medallón y que<br />
era sor Juana, enterrada allí. Mentira. A todas las monjas las enterraban<br />
con sus medallones. Nada que pudiera identificar el cuerpo aquel<br />
precisamente como el de sor Juana.<br />
Aquí en mi casa, le dije al padre Tapia: “Mire, padre —y se sorprendió<br />
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