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Jesús de León y sus alumnos de la Escuela de Letras? Y ya te dije que no te<br />
preocupes. Nadie viene a visitarme sin haber hecho antes cita. Ah, pero eso<br />
sí, diles que se limpien los tenis y las botas vaqueras antes de entrar.<br />
Así fue como mis alumnos y yo fuimos recibidos en “La Casa de las Lilas”,<br />
que está en Arteaga. Casi me caigo de un desmayo al descubrir, después<br />
de un momento de vacilación, a quien estaba despidiendo don Gustavo<br />
antes de atendernos. ¿Y para qué habíamos llegado nosotros a aquella<br />
casa? Mis alumnos no me querían creer que don Gustavo Espinosa Mireles,<br />
quien fue uno de los directores de nuestra Facultad cuando yo estudié la<br />
carrera, había sido propietario del célebre retrato de sor Juana Inés de<br />
la Cruz, pintado por Juan de Miranda. Ellos me había dicho al unísono:<br />
“¿Pero cómo es posible que tengamos a semejante figurón al alcance de la<br />
mano? ¿Por qué no lo vamos a ver?” Y ahí me tienen arriando a mis alumnos<br />
muertos de curiosidad, como si los llevara al circo a ver un fenómeno. ¿O<br />
eso creerían?<br />
Don Gustavo nos guió por su casa, mostrándonos sus reliquias y<br />
ponderando su genealogía. Fue realmente difícil centrarlo en el tema del<br />
retrato de sor Juana, pero lo conseguimos.<br />
Lo que nos dijo en síntesis, fue lo siguiente:<br />
Sor Juana Inés de la Cruz profesó como monja jerónima gracias a un<br />
donativo de una de las hermanas Hurtado de Mendoza, antepasadas mías.<br />
Así lo dejó escrito el investigador Edmundo O’Gorman, quien dice haber<br />
encontrado unos papeles que lo afirman, los cuales yo no conozco ni he<br />
visto. El padre Tapia repite esa afirmación.<br />
El célebre retrato de sor Juana siempre estuvo en el convento de San<br />
Jerónimo. En el lienzo, ella aparece de pie, de tamaño natural. Ese retrato<br />
pertenecía al convento y está extraordinariamente conservado. Explicaré<br />
por qué. Cuando la persecución religiosa del gobierno de Calles, las<br />
monjas jerónimas tuvieron que salir del país, como el resto de las órdenes<br />
religiosas. Había comenzado la Guerra Cristera que, como todos saben, fue<br />
muy sangrienta. Alguna vez el general Cárdenas, de quien yo fui secretario<br />
particular durante doce años, me dijo: “Ese fue el error político más grande<br />
del general Calles: haber provocado las condiciones que iniciaron la Guerra<br />
Cristera”.<br />
La hermana menor de mi abuela materna era la segunda de las<br />
superioras del convento y la ecónoma era la madre Consuelo, hermana<br />
de José Vasconcelos. Ellas repartieron lo que había en el convento entre<br />
diversas familias, porque dadas las gravísimas circunstancias, ellas no te-<br />
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