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López Portillo hurgó e investigó acuciosamente en archivos y bibliotecas,<br />

en aquellos tiempos en los que no había teléfono y, por lo tanto, no había<br />

directorios telefónicos; tampoco, carreteras. Por lo tanto, no había guías roji.<br />

Las oficinas gubernamentales no tenían departamentos de Comunicación<br />

Social y nadie informaba quiénes estaban a cargo de la administración<br />

pública. Tampoco existían los servicios metereológicos ni los bancos de<br />

datos computarizados ni otras herramientas de consulta. Todo eso hoy es de<br />

fácil acceso. ¿Cómo le hacía entonces la gente para obtener la información<br />

básica?<br />

La obra más interesante de don Esteban, por los datos raros y curiosos que<br />

aporta sobre Saltillo, es el Anuario coahuilense para 1886. En 562 páginas<br />

muestra, con más de 100 anuncios, cómo era el comercio, el ambiente<br />

social. El lector podía consultar los itinerarios de trenes, las principales<br />

leyes y códigos y hasta encontrar curiosas piezas literarias y brevísimos<br />

compendios históricos en un solo libro. Publicado en primera edición por<br />

Amado Prado e impreso por la Tipografía del Gobierno en Palacio, dirigida<br />

por Juan Molina, este libro fue reeditado, en forma facsimilar, por el<br />

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Gobierno de Coahuila. 40<br />

Los anuarios fueron una curiosa mezcla de directorios, agencias<br />

de publicidad, bibliotecas básicas y guías de viajeros. No hacía falta<br />

consultar ningún otro libro para enterarse de lo que tuviera que ver con la<br />

localidad durante ese año. Acaso los anuarios, expliquen aquella curiosa<br />

anécdota que contara en cierta ocasión el historiador, sociólogo y novelista<br />

sonorense Gerardo Cornejo Murrieta (n. Tarachi, 1937) quien, al visitar a<br />

unos parientes que vivían en un remoto poblado de la sierra Madre, les<br />

obsequió un libro suyo. El más viejo de sus familiares, tocando el libro con<br />

cierta extrañeza y muy poco interés, preguntó: “¿para qué nos das otro<br />

libro si ya tenemos uno en la casa?” Más que un desprecio por la cultura,<br />

hay que ver esto como la actitud —hoy anacrónica, pero razonable hace<br />

un siglo— de que bastaba un libro para saber todo lo que fuera necesario<br />

para vivir. Por eso se editaban e imprimían en el siglo pasado los anuarios<br />

que, si nos atenemos a la etimología del término, eran una especie de<br />

Biblia del hombre práctico: un libro que es al mismo tiempo una pequeña<br />

biblioteca.<br />

La lectura del Anuario coahuilense para 1886 presenta sorpresas desde<br />

el punto de vista actual. En tamaño pequeño, pero casi tan grueso como<br />

un diccionario de bolsillo, trata de temas diversos. Presenta una galería<br />

40 Esteban L. Portillo (compilador), Anuario coahuilense para 1886, edición facsimilar, Consejo<br />

Nacional para la Cultura y las Artes / Gobierno del Estado de Coahuila, México, 1994<br />

(Biblioteca Básica del Noreste).<br />

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