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No sé si sea cierto ese dicho de que la fe mueve montañas pero, en el caso<br />
de la Catedral de Saltillo, puso a trabajar a todos los padres de familia de<br />
la villa.<br />
En relación a nociones relativas al mundo exterior, la ignorancia<br />
estimulaba en forma imprevista la imaginación. El padre Morfi introdujo<br />
en su Derrotero algunas notas de color. Un pasaje retrata la inocencia de<br />
las cándidas señoritas de Saltillo que, cuando supieron que iban a pasar<br />
por la ciudad los dragones, en lugar de pensar en el así llamado cuerpo<br />
de militares que acompañaba al gobernador, ellas fantasearon con míticos<br />
reptiles gigantes que lanzaban fuego y, acaso con la intención de dedicarle<br />
una buena tanda de rezos a San Jorge, santo que si no es patrono de<br />
los bomberos merecería serlo, se refugiaron horrorizadas en el templo y<br />
preguntaron: “¿Es cierto, señor cura, que vienen los dragones?”. 31<br />
Cuando las damiselas descubrieron que lo que creían bichos lanza fuego<br />
era un grupo de apuestos uniformados a caballo, ya no hubo cura que impidiera<br />
que las más jóvenes y agraciadas echaran lumbre por los ojos. Así<br />
como a todo dragón le llega finalmente su San Jorge, toda mujer de Saltillo<br />
sucumbe al síndrome de princesa en apuros. Pero como esto nos llevaría a<br />
los conocidos tópicos del cuento de hadas, prefiero mejor sentirme Shrek<br />
y arrancar esa página antes de bajarle al baño.<br />
Imaginen las escandalizadas reacciones de muchas respetables damas y<br />
nobles caballeros saltillenses ante algunas afirmaciones del padre Morfi.<br />
¿Cómo que aquí teníamos chinches? 32 ¿Cómo que vivimos hundidos en la<br />
grisura? ¿Pues a dónde se metió ese frailecito que nos trata tan mal? Lo<br />
que este fuereño viajero escribió no resultó de nuestro agrado. Nos dejó<br />
mal parados ante la opinión pública. Alguien tenía que agarrar la pluma y<br />
defender a los coterráneos y al solar nativo.<br />
31 Ib. p. 160.<br />
32 María Elena santoscoy Flores, en su tesis (inédita) La vida cotidiana de don Juan Landín y otros<br />
gallegos. Saltillo durante la última etapa de la Colonia, cuenta que el franciscano señaló que en<br />
la vivienda del inmigrante don Manuel Ignacio de Irazábal, aunque era de las mejores en la<br />
villa, sus colchones tenían chinches. Esto no lo consigna la edición que cito de Porrúa. Santoscoy<br />
Flores da como fuente del curioso dato el documento incluido del Diario y derrotero en Ernesto<br />
Torre Villar, Coahuila, tierra anchurosa de indios, mineros y hacendados, colección de manuscritos<br />
históricos, SIDERMEX, México, 1985. ¿Por qué hay datos en una edición que no se encuentran en la<br />
otra? Según Vito Alessio Robles, del Diario del padre Morfi se hicieron dos ediciones modernas,<br />
la de los Bibliófilos Mexicanos, en 1935 y la de José Porrúa e Hijos del mismo año. Hay quienes<br />
señalan que Orozco y Berra localizó y publicó una versión anterior en 1856.<br />
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