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LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

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150 La eucaristía y la nueva ley<br />

blemente, profundizando nuestra comprensión y nuestra decisión, renovamos<br />

nuestro sí a la nueva alianza y a la nueva ley, damos un sí<br />

generoso a aquel amor que tiene fundamentalmente su medida en el<br />

amor de Cristo, el crucificado.<br />

LITURGISTAS Y MORALISTAS<br />

El famoso jesuíta padre Ivo Zeiger ha escrito respecto de los<br />

soldados de la segunda guerra mundial: «Conocían el "Schott" (devocionario<br />

litúrgico). Aun en las peores condiciones materiales, podían<br />

organizar en los campos de concentración celebraciones litúrgicas.<br />

Sin embargo, paralelamente, sin darse cuenta, hacían suyas y<br />

repetían las ideas de una ética típicamente neopagana, que una propaganda<br />

sutil había ido metiendo en sus mentes. Eran, si podemos<br />

hablar así, cristianos sacramentales, litúrgicos, y al mismo tiempo<br />

divulgadores de un neopaganismo ético. Ambos mundos se yuxtaponían<br />

en ellos sin influirse mutuamente, Sin buscar un acuerdo entre<br />

los dos aun siendo tan diversos» 1 .<br />

Hay motivos para dudar de que la afirmación del padre Zeiger<br />

tenga un valor general aplicada a la realidad. El mismo autor tuvo<br />

la suerte de vivir una experiencia totalmente distinta. Durante cinco<br />

años de servicio en el frente se encontró siempre con excelentes camaradas<br />

que le ayudaron a organizar inolvidables cultos litúrgicos, y<br />

puede asegurar que aquellos hombres que tan activamente participaban<br />

en la liturgia mostraban en todas las circunstancias una extraordinaria<br />

capacidad de resistencia frente a los principios y prácticas<br />

anticristianas de aquellos tiempos difíciles. Por otra parte, en el curso<br />

de los últimos diez años, concienzudas investigaciones sociológicas<br />

han puesto de manifiesto hasta qué punto la manera y calidad de las<br />

celebraciones litúrgicas influyen en todo el conjunto vital y religioso<br />

de los fieles que a ellas asisten. Se ha podido comprobar, sin lugar<br />

a duda, que una liturgia al alcance del pueblo, en medio de un fuerte<br />

espíritu de comunidad, sirve para crear en los fieles una fuerte salvaguarda<br />

de los principios cristianos frente al materialismo y la irreligiosidad<br />

del ambiente, mientras que por el contrario un culto reli-<br />

1. Heilige Sendung, Paderborn 1949, p. 179.<br />

Liturgistas y moralistas 151<br />

gioso de aire individualista y formalista, una liturgia inaccesible a<br />

ese público pasivo que «asiste» simplemente a la iglesia, carece de<br />

toda proyección o influjo en la vida de la comunidad.<br />

No obstante, a pesar de estas observaciones contrarias, podemos<br />

estar agradecidos al padre Zeiger por habernos hecho fijar nuestra<br />

atención en un fenómeno tan grave como es la escisión que se observa<br />

entre la vida litúrgica y la conducta moral. Desgraciadamente,<br />

ese abismo sigue todavía abierto en muchos sectores de la Iglesia.<br />

Después de tantos pacientes — e impacientes — intentos de renovación<br />

litúrgica, seguimos aún padeciendo las consecuencias de aquellos<br />

desdichados métodos teológicos y catequísticos que no lograron<br />

encasillar la doctrina de los sacramentos en el lugar que les corresponde.<br />

Los trataban después de los mandamientos o paralelamente<br />

a los mandamientos de la alianza del Sinaí. Así, los sacramentos<br />

constituían un nuevo capítulo de «deberes cristianos» (cosas que debemos<br />

recibir), o a lo sumo se presentaban como «medios de la gracia»,<br />

y no precisamente para cumplir los mandamientos impuestos<br />

por los «sacramentos de la nueva ley». ¿No habrán contribuido los<br />

moralistas de los últimos siglos, quizá de manera inconsciente e involuntaria,<br />

a crear ese fenómeno que señalaba el padre Zeiger, de la<br />

escisión entre la liturgia y comportamiento moral?<br />

En su primera fase, el movimiento de renovación litúrgica luchó<br />

sobre todo — en parte habría que decir únicamente — por integrar<br />

la piedad interior y la realización exterior de las ceremonias litúrgicas.<br />

Había precedido un período en el cual la liturgia quedó reducida<br />

al problema puramente legal de las rúbricas, viendo en aquella<br />

renovación un intento de asegurar la exacta celebración de las ceremonias.<br />

Era, pues, absolutamente necesario un paso previo: volver<br />

a considerar los «signos sagrados» como signos ante todo, a fin de<br />

que volvieran a hablarnos y pudieran así conducirnos a la contemplación<br />

de los misterios invisibles.<br />

Dios mismo quiso manifestarnos el misterio inaccesible de su<br />

amor trinitario y su designio salvífico en los misterios redentores de<br />

la encarnación, muerte, resurrección y ascensión de Cristo. El aspecto<br />

visible de estos misterios tiene su correspondencia y su actualización<br />

en los sacramentos, según decía acertadamente san León<br />

Magno: «Lo que fue manifiesto en nuestro Redentor, ha pasado a

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