LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS
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244 El matrimonio cristiano, camino de salvación<br />
perseverar unidos en el amor de Cristo y de ser uno para el otro<br />
estímulo y reflejo de este amor mediante una vida conyugal verdaderamente<br />
amante y fiel que se traduzca en las mil ocasiones de cada<br />
día, a la hora del amor, a la hora de la comida, en la paciencia para<br />
soportarse mutuamente.<br />
Matrimonio y orden sagrado<br />
Matrimonio y orden sagrado son los dos sacramentos que fundan<br />
estado. No son dos sacramentos que subsisten uno junto a otro<br />
desligados e independientes, sino que son el uno para el otro. Ambos<br />
fundan la obligación de un santo deber para la edificación del cuerpo<br />
místico de Cristo. El santo respeto ante el sacramento del matrimonio<br />
mantiene en los esposos cristianos el sentido para comprender la<br />
naturaleza del sacerdocio general de los fieles cuya más noble y sublime<br />
función se desarrolla precisamente en el seno de la familia<br />
cristiana. Por su parte el sacerdote debe hacer cuanto esté en su<br />
mano para que la familia cristiana cumpla su misión religiosa de ser<br />
casa de oración y célula fundamental en el apostolado común de los<br />
fieles.<br />
Matrimonio y santa unción<br />
Los esposos se juran fidelidad «hasta que la muerte nos separe».<br />
La muerte será, pues, el sello de su perfecta fidelidad. La unción de<br />
los enfermos es un sacramento destinado a conferir a una situación<br />
tan decisiva como es una enfermedad grave todo su sentido y fecundidad<br />
religiosos. En esa situación límite entre la muerte y la vida, la<br />
unción despierta en todo su vigor la esperanza cristiana, una esperanza<br />
que mira la vida temporal a la plena luz de la vida eterna.<br />
Además, la «iición ayuda al cristiano a expiar sus pecados y así le<br />
santifica para el último y decisivo sí a la voluntad amorosa de Dios.<br />
La unción de los enfermos y el viático disponen al cristiano agonizante<br />
para celebrar eternamente en la Jerusalén celestial el desposorio<br />
amoroso entre Cristo y la Iglesia.<br />
Cuando para uno de los cónyuges llega el momento de recibir<br />
los últimos sacramentos, normalmente será el otro cónyuge el que<br />
Educación sacramental 245<br />
le advierte de la seriedad de su estado y el" que le ayuda a pronunciar<br />
el sí último y decisivo que recoge el eco del sí de las promesas<br />
bautismales y del sí dado al contraer el matrimonio ante el altar.<br />
Ante el lecho del cónyuge moribundo comprenden ambos esposos<br />
con toda claridad el sentido supremo de su vida y de su lucha en<br />
común: ir juntos hacia Dios; una prueba y purificación de su amor<br />
a Cristo y de su amor mutuo, y en definitiva una preparación para<br />
el festín eterno del amor perfectísimo del cielo.<br />
La piedad sacramental de los esposos ha de ir marcada con este<br />
distintivo peculiar de considerar todos los sacramentos a la luz del<br />
sacramento propio de su estado. De esta manera llegarán a descubrir<br />
por el mejor camino bellezas siempre nuevas en el sacramento del<br />
matrimonio.<br />
EDUCACIÓN SACRAM<strong>EN</strong>TAL DE <strong>LOS</strong> HIJOS<br />
La proclamación más profunda y eficaz de la «ley de Cristo»<br />
nos la ofrecen los «sacramentos de la nueva ley». Esta comprobación<br />
es el eje de este libro y como el meollo de la predicación moral<br />
del Nuevo Testamento. Otro centro no puede tener la educación<br />
cristiana de los niños en el seno de la familia sino este de la piedad<br />
sacramental. Pues la familia es en sí misma un sacramentum ecclesiae,<br />
una representación sacramental, una imagen de la Iglesia.<br />
Nada mejor que esta orientación sacramental en la educación<br />
familiar para liberar a la familia de un moralismo de cuño laicista<br />
hoy especialmente peligroso. Al mismo tiempo aseguramos a la educación<br />
los valores de la unidad, consiguiendo que los niños empiecen<br />
a vivir ya desde pequeños de lo que ha de ser el sostén de su piedad<br />
adulta y que vivan de las mismas realidades que alimentan la vida<br />
religiosa de sus padres. Una vez más: la religión es vida.<br />
Educación «bautismal»<br />
El bautismo de los adultos ha de ir precedido necesariamente de<br />
un largo catecumenado. El neófito debe conocer bien la grandeza<br />
de la gracia que le confiere el sacramento del bautismo. Al dar su sí<br />
a las promesas bautismales tendrá plena ciencia y conciencia de los