13.04.2013 Views

LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

234 El matrimonio cristiano, camino de salvación<br />

En el altar contraen los esposos la obligación de un sagrado<br />

y noble deber pastoral. Una vez que, en el amor de Cristo y de<br />

su Iglesia, se han administrado mutuamente el sacramento, son ya<br />

uno para el otro su más inmediato y primer «pastor». Contraen una<br />

obligación pastoral mucho mayor que la del mismo párroco y la del<br />

confesor. El marido es el primer responsable de la salvación de su<br />

mujer. Y a la inversa: la mujer es la que lleva mayor responsabilidad<br />

en la salvación de su marido. Naturalmente, este deber pastoral<br />

ha de ser ejercido por los cónyuges a escala conyugal.<br />

Cuando Pablo dice que «el hombre es cabeza de la mujer, como<br />

Cristo es cabeza de la Iglesia» (Ef 5, 23), han de entenderse estas<br />

palabras sobre todo y principalmente en sentido religioso: el hombre<br />

ha de preceder a la mujer y a sus hijos con el ejemplo de su<br />

fe, de su confianza en Dios, de su generosa dedicación al bien de la<br />

familia, y mediante el fiel cumplimiento de los deberes religiosos.<br />

Solamente así será el marido, a semejanza de Cristo, «redentor de su<br />

cuerpo» (Ef 5, 23). Pero si prácticamente es la mujer quien aventaja<br />

a su esposo en la vitalidad de la fe, en la comprensión serena y confiada<br />

de todos los acontecimientos, en las dotes de corazón, ¿qué<br />

mejor que el marido reconozca las buenas cualidades de su mujer,<br />

dé gracias a Dios por ello y, más que frenarla, procure por su parte<br />

aventajarla?<br />

Que este sentido pastoral del matrimonio no lleve a extremos<br />

inconvenientes. Como el caso de aquella mujer que se sentía en la<br />

obligación de dirigir a su marido de vez en cuando, más o menos<br />

cada semana, un sermón, preferentemente de tipo moral, para recordarle<br />

los intereses de su salvación eterna. ¡Dios nos libre de tales<br />

predicadoras! Lo que ha de hacer la mujer es mostrar a su marido<br />

tal reverencia y respeto que éste pueda comprender mejor así su<br />

dignidad como imagen de Cristo. Procure ante todo que el marido<br />

mediante las muestras de su amor — un amor que ha de ir purificándose<br />

de día en día —- se sienta cada vez más feliz. Y por su<br />

parte refleje tal alegría ante el amor del marido que éste pueda subir<br />

de la experiencia del amor a su mujer hasta el amor de Jesucristo,<br />

del cual debiera ser una copia y una prolongación el afecto que manifiesta<br />

a su esposa. Esta mutua experiencia de amor recíproco<br />

valdrá infinitamente más que todas las exhortaciones, sin que ninguno<br />

de los cónyuges pueda sentirse herido en su dignidad al ser<br />

Sentido pastoral del amor de los esposos 235<br />

amonestado por el otro. El recurso más fácil que tiene la mujer para<br />

cumplir su deber pastoral es cuidar de su belleza para agradar al<br />

marido, hacer de su casa un hogar confortable, administrar sabiamente<br />

el sueldo que tantos sudores cuesta al esposo, cocinar bien,<br />

procurar dar gusto a todos los legítimos deseos del marido, etc.<br />

De esta suerte, mediante los múltiples detalles que ofrece la vida cotidiana<br />

para demostrar el amor, podrá la mujer atender «sin mucha<br />

palabrería» (cf. 1 Pe 3, 1) al bien espiritual de su marido.<br />

De igual forma, también el esposo procurará ante todo honrar<br />

a su esposa, sentirse en todo unido con ella, mostrarle agradecimiento,<br />

saber diluir, como quien no le da importancia, una situación<br />

embarazosa. La convivencia en tal amor les conducirá espontáneamente<br />

a unirse también «en la oración común con la mayor facilidad»<br />

(cf. 1 Pe 3, 7). Pues realmente ambos son ya una sola cosa,<br />

aunque todavía de modo imperfecto. Viviendo así, como una imagen<br />

viviente del amor de Cristo, no habrá que esperar mucho a que surjan<br />

en la conversación los temas directamente espirituales, cuya solución<br />

ambos cónyuges buscarán de conjunto. Para que la confrontación<br />

de dichos problemas produzca todo su fruto, basta solamente<br />

que no degenere en una problemática abstracta: es la vida cambiante<br />

la que debe ofrecer los temas de conversación y sus soluciones deben<br />

desembocar nuevamente en la vida.<br />

A todo el que haya comprendido lo que venimos diciendo sobre<br />

el significado religioso del matrimonio, le será fácil admitir que lo<br />

peor es confundir el deber pastoral de los cónyuges con cuatro advertencias<br />

piadosas hechas tal vez por una mujer que ni sabe cocinar<br />

como es debido, ni logra expresar a su esposo ese mínimo de cariño<br />

que todo hombre necesita y hasta tiene derecho a exigir. De igual<br />

manera un esposo católico difícilmente llegará a demostrar a su esposa<br />

no católica toda la grandeza y hermosura de su fe a base de<br />

largos razonamientos, si juntamente no cuida de sus deberes para<br />

con la familia, y menos aún si pretende ampararse en la autoridad<br />

de la Sagrada Escritura para justificar su actitud despótica. Que comience<br />

por imitar el ejemplo de humildad que nos dio el único<br />

Dueño y Señor de todos los hombres.<br />

¿No constituye un auténtico escándalo la fatalidad de que un<br />

párroco sea un excelente predicador y cuide poco o nada de que su<br />

parroquia se configure conforme a la imagen del amor del buen

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!