LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS
LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS
LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
236 El matrimonio cristiano, camino de salvación<br />
pastor? Si quiere que los fieles le crean, tienen que corroborar su<br />
palabra con el testimonio de su vida. Pues lo mismo, y aún mucho<br />
más, podríamos decir de la estrecha relación que ha de existir en el<br />
matrimonio entre las palabras y la vida. Los esposos deben cumplir<br />
su muto deber pastoral no a base de mucho hablar sino mediante<br />
una vida amorosamente entregada. La mutua responsabilidad que<br />
han contraído ante Dios debe hacerse carne y sangre en el recíproco<br />
afecto y en las innumerables cosas, pequeñas y grandes, de todos<br />
los días.<br />
EL SERVICIO A <strong>LA</strong> VIDA, SERVICIO DE SANTIDAD Y DE AMOR<br />
El amor íntimo, fuerte y legítimo de los esposos es aquella fuente<br />
abundante de la que brota el servicio a la vida y la mejor escuela<br />
para la educación de los hijos. El amor entre el hombre y la mujer<br />
está por su misma esencia orientado a expresarse de forma que sea<br />
principio de vida para nuevos seres. Es característica esencial de<br />
este amor el ser creador. Por eso, el amor mutuo de los esposos no<br />
puede ser realmente un camino hacia Dios, un camino de salvación,<br />
si los esposos no han dado en principio un sí a la procreación de la<br />
familia, y si no renuevan valientemente ese sí cada vez que la vida<br />
llama a sus puertas y la prudencia cristiana sugiere el consentimiento.<br />
La manifestación más íntima del amor conyugal ha de ser,<br />
al menos fundamentalmente, un sí rendido al fin primordial del matrimonio.<br />
Esto, claro está, no impide que cuando lo aconsejen auténticas<br />
razones de responsabilidad, solamente se escojan para la unión<br />
aquellos días que según una gran probabilidad servirán más para<br />
manifestar y fortalecer el mutuo amor que para suscitar nueva vida.<br />
Esta disposición de los esposos a colaborar con la acción creadora<br />
de Dios ha de ser considerada además a la luz del amor redentor<br />
de Cristo. Pues Cristo no solamente quiso elevar a sacramento<br />
el amor conyugal en sí mismo, sino también en cuanto que<br />
está orientado hacia la procreación. Característica del amor de<br />
Cristo a su Iglesia es ser infinitamente fecundo. Él dio a su Iglesia<br />
todo el poder de su palabra vivificante. En todos y en cada uno de<br />
los siete sacramentos esa palabra se muestra eminentemente eficaz<br />
para hacer nacer la vida de la gracia. Y es esa misma palabra, con-<br />
El servicio a la vida 237<br />
fiada a la Iglesia, aquella preciosa semilla que, en virtud del amor<br />
de Cristo y de la Iglesia, produce el ciento por uno en beneficio de<br />
toda la humanidad. La Iglesia no sería auténtica esposa de Cristo si<br />
no pusiera el mayor empeño en procrear sin descanso nuevos hijos<br />
mediante su palabra y los sacramentos. La Iglesia es madre fecunda,<br />
que se alegra por el nacimiento de sus hijos y consagra todo su<br />
cariño pastoral a la educación de los recién nacidos por el bautismo<br />
hasta que alcancen la «madurez en Cristo».<br />
Éste es el ejemplo que tiene que imitar el matrimonio cristiano,<br />
ese gran misterio (sacramentum) en vistas a Cristo y a la Iglesia<br />
(Ef 5, 32): los esposos que sinceramente se aman y se unen con<br />
amor verdadero, desean verse prolongados en sus hijos que son<br />
prueba, fruto y objeto de su perenne amor. Esto, hay que repetirlo,<br />
no supone que toda unión conyugal haya de ir motivada explícitamente<br />
por el deseo de suscitar familia. El acto matrimonial es expresión<br />
de amor. Pero precisamente por ser expresión de amor conyugal<br />
y en la medida en que lo desea, deberá ir acompañado de un<br />
sentimiento de responsabilidad respecto de los dones recibidos de<br />
Dios, lo cual supone prontitud para subordinar ese acto al servicio<br />
de la vida y a la educación de los hijos.<br />
Si el amor conyugal es verdaderamente esto, copia del amor fecundo<br />
entre Cristo y la Iglesia, será también camino de salvación<br />
y santificación, camino de sacrificios pero también de grandes alegrías,<br />
protección segura contra todas las argucias del degenerado<br />
egoísmo.<br />
Pero no basta el hecho de dar la vida a los hijos para que los<br />
esposos alcancen en el matrimonio su salvación. Pablo escribe así de<br />
la esposa cristiana: «Se salvará por su maternidad, con tal que persevere<br />
en la práctica de la templanza, en la fe, en la caridad, en la<br />
tendencia a la santidad» (1 Tim 2, 15). Hay quienes lanzan al mundo<br />
una pléyade de hijos, pero no guardan la noble moderación de la<br />
templanza. En el acto de la generación se dejan arrastrar únicamente<br />
de sus instintos, y luego se preocupan muy poco de la educación<br />
de sus hijos. Los esposos cristianos no centran todo su afán<br />
en el mero dar la vida a muchos hijos. Ven que su deber principal<br />
es colaborar en la regeneración de los que han recibido la vida natural<br />
haciendo que reciban también la vida de la gracia y que sean<br />
educados como hijos de Dios.