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LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

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322 Los sacramentos de la nueva ley<br />

El sacramento del orden establece una ordenación santa, una jerarquía<br />

de divinos ministerios: el sacerdote ha de estar sometido en<br />

obediencia y caridad a su obispo y muy especialmente al obispo de<br />

Roma que detenta la plenitud de poderes pastorales. Los fieles deben<br />

al sacerdote, que es para ellos ordinariamente el representante más<br />

próximo de la jerarquía, amor, reverencia y gratitud. Él, por su parte,<br />

animado de una caridad en la que se cifren todas las demás virtudes,<br />

ha de hacerse «todo para todos», como podía afirmar de sí el<br />

apóstol de las gentes.<br />

En el curso de la ceremonia de ordenación, dice el obispo al<br />

neopresbítero: «Recibe la vestidura eclesiástica que representa la caridad.<br />

Que poderoso es el Señor para aumentártela y consumártela.»<br />

La caridad es efectivamente el vestido radiante con el que se presenta<br />

el sacerdote ante Dios para interceder por los fieles y ante éstos<br />

para satisfacer todas sus necesidades.<br />

Una caridad profundamente creyente hacia todos los hijos de la<br />

familia de Dios y muy señaladamente hacia los hijos extraviados, es<br />

deber sagrado que impone al sacerdote como obligación peculiar<br />

el sacramento del orden. Pero este santo deber no ha de asustar ni<br />

hacer retroceder al sacerdote, pues por encima de ese deber está incluida<br />

una gracia especial para cumplirlo.<br />

SACRAM<strong>EN</strong>TO DEL MATRIMONIO Y CARIDAD<br />

Por el sacramento del matrimonio se ofrece al hombre y a la<br />

mujer la posibilidad de participar en el misterio del amor de Cristo<br />

y de la Iglesia de una forma tan honda y perfecta, que ambos, hechos<br />

una misma cosa, se convierten en testigos vivientes del amor de<br />

Dios.<br />

El amor del marido hacia la esposa ha de ser tan ferviente y<br />

sincero que a través de ese amor pueda la mujer descubrir la hondura<br />

del amor de Cristo, el cual supera toda humana comprensión.<br />

Por su parte, el amor de la esposa ha de ser tal que ayude al hombre<br />

a hacer del amor conyugal una reproducción cada día más fiel del<br />

amor entre Cristo y su Iglesia. El amor conyugal, amor santificado<br />

por un sacramento, tiene que ser de verdad una reproducción del<br />

amor abnegado y generoso que Cristo demostró a su Iglesia al morir<br />

Unción de los enfermos y caridad 323<br />

por ella en la cruz, y del amor agradecido de ésta a su divino<br />

Esposo 2 .<br />

El que por amor del reino de los cielos ha abrazado la virginidad,<br />

sobre todo el sacerdote y el religioso, ha de convertirse en testigo<br />

de este mismo amor de Cristo ante el mundo, pero en una medida<br />

mucho más expresa y radical. Él participa más inmediata y<br />

directamente que los esposos del misterio nupcial entre el cordero<br />

y la esposa.<br />

En el amor del consorte debe descubrir cada uno de los cónyuges<br />

un reflejo del amor de Dios. Lo mismo decimos de los hijos respecto<br />

del amor de sus padres. Y en altura mucho mayor se aplicará esto<br />

al sacerdote, que debe ser para los fieles una imagen viva de la bondad<br />

y del amor de Dios. No hace mucho escuché a un obrero esta<br />

apreciación sobre su párroco, ya muerto: «Cuando quiero imaginar<br />

a nuestro Dios volviendo nuevamente al mundo para vivir entre nosotros,<br />

me figuro que sería exactamente como es nuestro párroco.»<br />

Dicho párroco, nacido en el seno de una familia numerosa, no dejó<br />

al morir ni lo necesario para los gastos de su entierro. Lo había dado<br />

todo. He aquí un deber de todo cristiano: en virtud de su pertenencia<br />

al pueblo de Dios debe ayudar a sus prójimos a comprender mejor<br />

el amor de Dios.<br />

El sacramento del matrimonio está diciendo no solamente a los<br />

casados, sino también a todos en general, que el misterio más profundo<br />

de Cristo y la Iglesia es misterio de amor, y que nosotros no<br />

participaremos de la riqueza de este misterio sino en la medida en<br />

que hagamos de nuestras relaciones mutuas algo viviente en amor<br />

solícito y desinteresado.<br />

SACRAM<strong>EN</strong>TO DE <strong>LA</strong> UNCIÓN DE <strong>LOS</strong> <strong>EN</strong>FERMOS Y CARIDAD<br />

El sacramento de la unción de los enfermos viene a recordarnos<br />

una vez más, en ocasión de grave enfermedad que solicita nuestro sí<br />

definitivo a la pasión y a la muerte, que hemos sido incorporados a<br />

Cristo mediante una muerte semejante a la suya. Junto con la gracia<br />

del perdón y la paciencia para soportar los sufrimientos de la última<br />

2. Cf. Ef 5.

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