LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS
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NUEVO S<strong>EN</strong>TIDO DE <strong>LA</strong> MUERTE A <strong>LA</strong> LUZ<br />
DE <strong>LOS</strong> SACRAM<strong>EN</strong>TOS<br />
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador<br />
espera pacientemente los frutos preciosos de la tierra; espera<br />
pacientemente las lluvias tempranas y las tardías. Tened vosotros<br />
también paciencia y manteneos firmes de corazón, pues la<br />
venida del Señor está ya cerca.<br />
Si alguno de entre vosotros tiene algo que sufrir, que ore. Si<br />
alguno está alegre, que entone alabanzas a Dios. Si alguno está<br />
enfermo, que haga llamar a los más ancianos de la comunidad,<br />
para que recen por él y le unjan con óleo en el nombre del Señor:<br />
la plegaria de la fe ayudará al enfermo y el Señor le resucitará;<br />
y los pecados que. haya cometido se le perdonarán (Sant 5, 7s;<br />
5, 13-15).<br />
Max Scheler, el célebre filósofo, había concluido su discurso<br />
inaugural en la Universidad de Francfort con este anuncio: «Mañana,<br />
señoras y señores, hablaremos de la muerte.» Una gran expectación<br />
dominaba al día siguiente toda el aula magna en espera del<br />
gran pensador. Pero en su lugar aparece un bedel de la universidad<br />
para hacer esta escueta declaración: «El profesor Scheler acaba de<br />
morir.» Cuando estaba desayunando se sintió presa de un ataque<br />
de corazón. De esta forma habló a sus discípulos de la muerte, de<br />
su propia muerte y del misterio de la muerte en general, con un lenguaje<br />
más impresionante y comprensible de lo que había podido<br />
pensar el día anterior.<br />
Para hablar con seriedad y sinceridad de la muerte, hemos de<br />
Actualidad de la muerte del Señor 255<br />
tener presente nuestra última hora. Hace falta valor para mirar<br />
de frente el ineludible final de nuestra vida. Y, como cristianos, necesitamos<br />
más: hay que abarcar con la fe todo lo que para nuestra<br />
propia muerte significa la muerte de Cristo.<br />
. Él, el único que es la vida y nos habló palabras de vida eterna,<br />
y que con incomprensible anonadamiento quiso tomar sobre sí la<br />
misma muerte, nos da profundas lecciones sobre el misterio final de<br />
nuestra existencia. Y sus lecciones no son palabras inertes llegadas<br />
de otros tiempos. Cristo nos habla sobre la muerte a través del<br />
hecho de su propia muerte. Igual que la muerte del profesor impresionó<br />
a los oyentes mucho más que les hubieran impresionado sus<br />
palabras, también la muerte de Cristo es para nosotros una enseñanza<br />
inmediata, una lección palpitante.<br />
ACTUALIDAD DE <strong>LA</strong> MUERTE DEL SEÑOR<br />
La víspera de su muerte, tomó Jesús el pan en sus santas manos,<br />
lo partió y lo entregó a los discípulos diciendo: «Esto es mi cuerpo,<br />
que por vosotros se entrega a la muerte.» Luego tomó el cáliz y<br />
dijo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, derramada por<br />
vosotros.» Añadió esta orden para la naciente Iglesia: «Haced esto<br />
en memoria mía» (Le 22, 19s).<br />
Siempre que participamos en el banquete eucarístico, anunciamos<br />
la muerte salvadora del Señor «hasta que vuelva» (1 Cor 11,<br />
26). Pero la misa es inmensamente más que una simple repetición<br />
del relato de la última cena. La misa anuncia la muerte del Señor<br />
no solamente con palabras. En ellas se actualizan para nosotros la<br />
muerte y resurrección de Cristo. Su virtud santa y. santificante llega<br />
inmediatamente hasta nosotros. Por medio de la santa misa, la muerte<br />
y resurrección de Cristo se convierten en fuerzas que nos dominan,<br />
nos transforman y marcan definitivamente nuestra existencia.<br />
Y cuando nos acercamos a estos santos misterios sin la debida disposición,<br />
la muerte de Cristo ejerce también su eficacia aunque en<br />
sentido contrario: lanza sobre nosotros veredicto de condenación '.<br />
He aquí por qué al acercarnos al misterio salvífico de la muerte de<br />
i. cf. i Cor ii, 29.