13.04.2013 Views

LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

296 La abnegación impuesta por los sacramentos<br />

bien claramente el apóstol a continuación de sus enseñanzas sobre<br />

el santo bautismo: «Pensad que vosotros estáis muertos al pecado<br />

y vivos para Dios en Cristo Jesús. Por eso el pecado ya no puede<br />

tener dominio alguno sobre vuestro cuerpo mortal, no podéis seguir<br />

los apetitos del cuerpo... El pecado ya no ha de tener poder alguno<br />

sobre vosotros» (Rom 6, 11-14). «Hermanos, ya no estamos sujetos<br />

al hombre carnal para vivir según él. Así que si os empeñáis<br />

en seguir viviendo según la carne, moriréis; en cambio, si mediante<br />

el Espíritu mortificáis los impulsos del hombre carnal, viviréis»<br />

(Rom 8, 12s).<br />

Dos formas de vida luchan sin tregua por imponerse en el hombre:<br />

por un lado, la vieja y funesta tentación de afirmarse contra<br />

Dios y pretender bastarse el hombre a sí mismo; ya sabemos la<br />

consecuencia: el pecado, y del pecado la muerte; por otra parte,<br />

está el nuevo tipo de vida que alcanzó su triunfo con la muerte de<br />

Cristo, el cual quiso ofrecerse a sí mismo en holocausto perfecto<br />

para gloria del Padre y la salvación de todos los hombres. ¿Resultado?<br />

La etapa siguiente de esa historia nos lo dice claramente: resurrección,<br />

y de la resurrección, gloria sin término. Lo dijo el Señor:<br />

el que viva encerrado en sí por no perder su vida, la perderá de hecho;<br />

en cambio, el que por amor a Cristo y por el evangelio se<br />

entrega generosamente, logrará la salvación (cf. Me 8, 35).<br />

Pero como bautizados no luchamos solamente contra nuestros<br />

apetitos y nuestro torpe egoísmo porque éstos son obstáculos que<br />

pueden quitarnos la vida divina en nosotros. En unión con Cristo<br />

luchamos igualmente por el bien y la salvación de nuestros hermanos.<br />

La abnegación cristiana supone una voluntad pronta a aceptar<br />

todos los sufrimientos que nos exija la salvación del prójimo. Como<br />

Cristo, también nosotros hemos de luchar y sufrir por todos los que<br />

nos rodean. «Estoy con Cristo clavado a la cruz. Ya no vivo yo; es<br />

Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 19). «Llevo en mi cuerpo las heridas<br />

de Cristo» (Gal 6, 17). Esto puede decirlo todo bautizado<br />

usando las mismas palabras de san Pablo; puede y debe decirlo,<br />

al menos fundamentalmente. El carácter bautismal y la vida de la<br />

gracia que hemos recibido en el santo bautismo, nos han asociado<br />

con Cristo y nos han lanzado así a la lucha que Él y nosotros tenemos<br />

empeñada contra los poderes del mal. Aunque la «carne»,<br />

los deseos del hijo de Adán, se alcen en ocasiones contra las exi-<br />

Confirmación y mortificación<br />

gencias del espíritu (cf. Gal 5, 17), en virtud del bautismo cstumos<br />

ya radicalmente y sin género de duda de lado de Cristo.<br />

Todos los sufrimientos que nos imponemos en esta lucha conlra<br />

los apetitos del hombre viejo, y en general todos los padecimientos<br />

de nuestra vida a los que por amor de Cristo damos un sí generoso,<br />

participan por voluntad del mismo Cristo de la virtud redentora de<br />

su pasión. Por eso dice el apóstol: «Ahora me alegro de padecer<br />

por vosotros, y completo en mi carne lo que todavía falta a la pasión<br />

de Cristo. Todo sea en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia»<br />

(Col 1, 24).<br />

El poder redentor de la pasión de Cristo es tan extraordinario<br />

que por ella todos los padecimientos del cristiano, y entre ellos<br />

también el mismo penoso esfuerzo de la lucha contra las torcidas<br />

tendencias de la naturaleza dañada, vienen a ser una prolongación<br />

de los frutos de la redención. De algún modo se puede decir que<br />

Cristo vuelve a revestir en nosotros un cuerpo para sufrir así nuevamente<br />

por medio nuestro en favor de nuestros prójimos.<br />

CONFIRMACIÓN Y MORTIFICACIÓN<br />

Por medio de la confirmación nos equipa el Espíritu de fortaleza<br />

para la dura lucha que combatimos en estos últimos tiempos no<br />

solamente contra la carne y la sangre sino incluso contra los mismos<br />

poderes cósmicos, contra las potencias y príncipes de este mundo<br />

tenebroso, contra las fuerzas sobrehumanas que infestan la atmósfera<br />

(Ef 6, 12). Por la fuerza del Espíritu Santo salimos bien<br />

equipados para esta lucha como cristianos adultos que conocen<br />

todas las artimañas del enemigo maligno.<br />

San Pablo compara esta lucha nuestra contra los poderes del<br />

mal, que combaten en torno a nosotros y en nosotros mismos, con<br />

la lucha en el circo, y pide de nosotros un entrenamiento semejante<br />

al que se requiere para las competiciones atléticas. Los héroes de los<br />

juegos antiguos, y de los deportes modernos, se esforzaban por conseguir<br />

una corona que pronto se marchita, por alcanzar un poco de<br />

gloria terrena; y sin embargo, a qué ruda ascética se someten: «Los<br />

atletas se privan de todo» (1 Cor 9, 25). Hoy día el entrenador de<br />

un equipo deportivo impone idéntica disciplina a sus hombres; les<br />

207

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!