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LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

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248 El matrimonio cristiano, camino de salvación<br />

derá también de algún modo cómo en la confirmación completara<br />

el Espíritu Santo con la plenitud de sus dones la obra de santificación<br />

comenzada en el bautismo. Comprenderá cómo el Espíritu, qu e<br />

es don en persona, otorga al alma con sus dones renovada alegría<br />

y fresco valor para la lucha. Comprenderá, en fin, cómo a la larga<br />

no se puede mantener el alma abierta a los dones del Espíritu Santo<br />

si no se vive entregado a los demás e interesado por el problema de<br />

la eterna salvación de nuestros prójimos.<br />

Una educación «pentecostal» exige además que los padres no se<br />

contenten con la obediencia puramente exterior de sus hijos: la<br />

gracia de la confirmación requiere una educación orientada a conseguir<br />

la libertad de los hijos de Dios y una auténtica madurez bajo<br />

la ley de la gracia.<br />

También aquí es preciso insistir en la conveniencia de que los<br />

padres participen, a ser posible, en la ceremonia de la confirmación<br />

de sus hijos. No basta que intelectualmente alcancen el sentido de<br />

este sacramento: están llamados a participar del gozo del Espíritu<br />

a la vista de la gran maravilla que el sacramento de la confirmación<br />

realiza en sus hijos y de los deberes que su recepción les impone.<br />

El sacramento de la confirmación es para el niño el principio de una<br />

vida según del Espíritu que ha de conseguir su madurez y sus frutos<br />

no sin la ayuda de los padres. Las obligaciones pastorales de éstos<br />

respecto de los hijos son anteriores a las del mismo sacerdote consagrado.<br />

Antes que él y juntamente con él, compete a los padres el<br />

santo y hermoso deber de introducir con la palabra y con el ejemplo<br />

a sus hijos en la «ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús». Nadie<br />

mejor que los padres para enseñar al niño cómo la personalidad del<br />

cristiano se afirma en el sí creyente a las disposiciones de la divina<br />

providencia y a las iluminaciones interiores del Espíritu Santo.<br />

Educación eucarística<br />

El bautismo nos capacita para celebrar un día el eterno festín<br />

del amor en el cielo. Por eso, está esencialmente ordenado hacia la<br />

eucaristía en la cual celebramos la"nueva y eterna alianza «hasta<br />

que vuelva el Señor», esto es, hasta que esta alianza logre su pleno<br />

cumplimiento. El cuidado de los padres porque sus hijos vivan cons-<br />

Educación sacramental 249<br />

cientes de la gracia bautismal, constituye ya de suyo una parte de<br />

la educación eucarística. Ésta, a su vez, es el meollo y la cima de la<br />

educación religiosa que deben dar los padres católicos a sus hijos.<br />

No podría ser de otra manera al constituir la eucaristía el centro de<br />

nuestra vida de fe.<br />

Por derecho divino y por decisión expresa de la legislación eclesiástica,<br />

la preparación al primer encuentro con Cristo en la sagrada<br />

comunión y a la recta participación en el santo sacrificio de la misa<br />

es un deber que incumbe ante todo a los padres. Padre y madre,<br />

y toda la familia, han de contribuir a esta preparación, naturalmente<br />

contando siempre con el sacerdote y colaborando con él. Pero no olviden<br />

que el cometido sacerdotal es en este caso subsidiario tan sólo,<br />

limitado a orientar y completar la actuación de los padres.<br />

Cuando los padres toman con empeño e interés este deber, centrando<br />

toda la educación de sus hijos en la eucaristía, lograrán frutos<br />

mucho más apreciables y duraderos que los que puede conseguir<br />

el párroco en uno o dos meses de catequesis especial para los niños<br />

de primera comunión, por muy sólida y perfecta que ésta pueda ser.<br />

La familia proporciona ante todo al niño la comprensión directa<br />

del principal símbolo eucarístico, que es la imagen del banquete familiar.<br />

El niño puede comprender intuitivamente cómo recae sobre<br />

el padre el deber de trabajar con todas sus fuerzas para conseguir el<br />

pan de todos los miembros de la familia; cómo la madre pone todo<br />

su arte y amor en la preparación de los alimentos a fin de mostrar<br />

así al esposo su gratitud y a los hijos su solicitud maternal, creando<br />

un clima de amorosa comunidad. Qué fácil resulta entonces a los<br />

padres partir de esta realidad tan a la mano para despertar en el<br />

niño el interés por el banquete eucarístico y para enseñarle a comprender<br />

su sentido: cómo también allí, en el altar, recibimos el alimento<br />

gracias al amor de nuestro Redentor que se entregó por nosotros,<br />

gracias al cuidado amoroso de la madre Iglesia, en medio de<br />

la alegría de todos los hijos de Dios sentados a la mesa de la gran<br />

familia. ¿En este campo así dispuesto qué palabra puede caer con<br />

más eficacia que la de los padres?<br />

Los niños se entusiasman con las aventuras de los héroes. Estudios<br />

especiales de psicología infantil han demostrado que la figura<br />

del héroe está encarnada ante todo por el padre, la de la heroína por<br />

la madre. Cuando la educación eucarística de los hijos se confía ex-

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