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LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

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Banquete sacrificial y presencia amorosa<br />

muerte de Cristo. El Señor quiere mantener vivo en nosotros el recuerdo<br />

agradecido de su amor. Para eso vive a nuestro lado. Para<br />

suscitar en nuestro corazón la respuesta a su amor.<br />

Cristo, que nos mereció con su muerte la vida de la gracia, quiere<br />

vivir Él mismo en nosotros. «Como el Padre me amó, así os he<br />

amado yo» (Jn 15, 9). El Padre se dio todo al Hijo en su amor eterno.<br />

Todo lo que el Padre es en poder, sabiduría, felicidad, lo ha<br />

expresado amorosamente en su Verbo. Éste, por su parte, lo devuelve<br />

todo al Padre en el Espíritu Santo. Amor eterno, donación recíproca<br />

de amor entre el Padre y el Hijo, que tiene su más perfecta,<br />

reproducción en la entrega de Cristo en la cruz. E igualmente en lá<br />

entrega que Cristo nos hace de sí mismo en el sacramento del altar.<br />

La eucaristía es la presencia eficaz de este amor incomprensible que<br />

Cristo ha mostrado por nosotros. Cada vez que recibimos el cuerpo<br />

y la sangre del Señor, nos recuerda el Señor de forma singularísima<br />

su palabra: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por<br />

sus amigos» (Jn 15, 13).<br />

De esta forma, en la eucaristía llega a nosotros por maravilloso<br />

cauce el amor del crucificado. Cristo nos ama con un amor directo,<br />

personal. Como si estuviéramos con Él en el cenáculo; como si nos<br />

halláramos con María y Juan al pie de la cruz. La muerte redentora<br />

de Cristo se actualiza para ti y para mí, para esta comunidad que<br />

celebra la eucaristía y recibe la comunión. El mismo amor que se<br />

ofreció por nosotros en la cruz, está aquí operando eficazmente en<br />

nuestro favor. El mismo enamorado se nos entrega aquí.<br />

Más aún: cuando celebramos debidamente el sacrificio de Cristo<br />

y nos abrimos del todo a su amor actualísimo, su amor se torna en<br />

nosotros y por medio de nosotros un acontecimiento de importancia<br />

redentora para nuestro mundo. Cumpliendo el mandamiento del<br />

amor mutuo, promulgado por Cristo en la hora solemne en que nos<br />

daba la muestra más grande de su amor, amándonos unos a otros<br />

con el mismo amor con que Él quiso amarnos (Jn 15, 12), permaneceremos<br />

en su amor, como permanece Él en el amor del Padre<br />

(Jn 15, 10). Podemos decir que de alguna manera es Él mismo quien<br />

por medio de nosotros ama al prójimo, que es su amor el que ama<br />

a aquellos hombres entre los que convivimos, ya que siendo nuestra<br />

caridad copia de su caridad hacia los hombres, pueden nuestros prójimos<br />

descubrir en ella la imagen del amor de Cristo.<br />

Presencia oculta del resucitado 191<br />

La eucaristía fue el gran anhelo del Señor al que la muerte iba<br />

a separar de nosotros; es el testamento de su amor que nos une con<br />

su muerte redentora. Él mismo nos ha expresado el fin que se proponía<br />

al dejarnos este legado: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,<br />

10). «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). El<br />

Señor no espera solamente despertar en nuestros corazones el amor<br />

con que responder a su amor, sino que quiere prolongar en nosotros<br />

su mismo amor. Sin embargo, por nuestra parte hemos de responder<br />

inmediatamente a su amor con el nuestro. De lo contrario, el amor<br />

de Cristo ofrecido por nosotros no sería acontecimiento saludable ni<br />

para nosotros ni para los demás. Perenne gratitud es la respuesta<br />

más inmediata y espontánea a la celebración del memorial de tan<br />

grande amor.<br />

En nuestra arriesgada fuga a través de los campos de nieve después<br />

del cerco del Don (enero de 1943), observé varias veces cómo<br />

un voluntarioso ruso se ocupaba de un viejo soldado alemán del destacamento<br />

de ferrocarriles: con la mayor naturalidad y calma le<br />

prestaba en todo momento sus servicios. A ratos le llevaba literalmente<br />

bajo el brazo. Al fin, vi cómo le reclinó sobre un montón de<br />

paja y se quedó junto a él. Le pregunté: «¿Por qué razón te muestras<br />

tan solícito con este camarada alemán?» Y el joven ruso me replicó:<br />

«Bien sé que me cuesta la libertad y hasta la vida, si caigo en manos<br />

del ejército rojo. Pero este hombre era mi maestro y fue siempre para<br />

mí un padre. ¿Podría abandonarle ahora?»<br />

¡Cómo debiera encender nuestros corazones en el amor de Cristo<br />

la celebración día tras día del recuerdo de su muerte redentora! Y esa<br />

gratitud debiera revertir sobre nuestro prójimo, pues cada vez que<br />

nos encontramos con un hermano encontramos a Cristo, el cual nos<br />

dice: «¿Me amas? Ahora, en este hermano, quizás el más pobre e<br />

insignificante, puedes amarme a mí. Muestra para con él la eficacia<br />

que mi amor tiene en ti.»<br />

PRES<strong>EN</strong>CIA OCULTA DEL RESUCITADO<br />

Desde los tiempos apostólicos, es el domingo el día preferido<br />

para la celebración de la eucaristía. El domingo es también el día<br />

en que celebramos la resurrección del Señor. En el sacrificio y en el

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