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LA NUEVA EN LOS SACRAMENTOS

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26<br />

Buena nueva<br />

to, nuestro Redentor» (Tit 3, 5s; cf. 1 Pe 1, 3). De aquí nace la obligación<br />

de la vida en gracia, según la consigna del Apóstol: «Caminemos<br />

conforme a la vida nueva» (Rom 6, 4). Dios se nos ha<br />

adelantado, «sirvámosle, pues, conforme al espíritu nuevo; ya no tenemos<br />

nada que ver con el antiguo sistema que abrumaba con leyes<br />

escritas» (Rom 7, 6).<br />

«El que no ha renacido del agua y del Espíritu Santo, no puede<br />

entrar en el reino de los cielos» (Jn 3, 5). El Espíritu Santo es quien<br />

realiza la primera conversión, quien la afirma y desarrolla. Él nos<br />

hace entrar en el reino de Dios. De nuestra parte se exige tan sólo<br />

un humilde y agradecido sí al empeño salvífico de Dios. No se nos<br />

pide sino permanecer abiertos por la fe a la acción de la gracia del<br />

Espíritu Santo.<br />

La nueva creación y reconciliación de la humanidad con Dios<br />

en Cristo Jesús es la raíz y el modelo de nuestra conversión, el fundamento<br />

de nuestros deberes de convertidos. «Cuando uno está unido<br />

con Cristo, se verifica una nueva creación: lo viejo ha desaparecido,<br />

lo nuevo se ha manifestado. Y todo es don de Dios, que ha<br />

obrado nuestra reconciliación con Él por medio de Cristo... Él nos<br />

ha enrolado en este ministerio de reconciliación. Somos embajadores<br />

de Cristo: Dios hace oír su invitación a través de nuestras palabras.<br />

Por eso os decimos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios»<br />

(2 Cor 5, 17ss). La obligación de caminar según el estilo nuevo de<br />

vida en Cristo no encierra ninguna imposibilidad. Porque también<br />

esto es don gratuito de la gracia de Dios. Cristo nos lo adquirió con<br />

su muerte: «Su intención, al morir por todos, fue que nosotros, aun<br />

durante la vida, pudiéramos dejar de vivir para nosotros mismos y<br />

empezásemos a vivir para Él, que por nosotros murió y resucitó»<br />

(2 Cor 5, 15).<br />

Convertirse quiere decir ser arrancado del reino de las tinieblas<br />

y recibir un puesto en el reino de la luz maravillosa de Cristo (1 Pe<br />

2, 9). Porque Cristo mismo es la luz de todos los que van a Él, de<br />

todos los que a Él se convierten (cf. Le 2, 32; Jn 8, 12).<br />

De manera misteriosa, pero plenamente real, la conversión es un<br />

tránsito de la muerte del pecado a aquella vida que brota de la muerte<br />

y resurrección de Cristo. Por eso, la conversión es en su más hondo<br />

sentido un misterioso morir juntamente con Cristo y un empezar<br />

a vivir con el Resucitado (Rom 6).<br />

Buena nueva de la conversión 27<br />

Todas estas expresiones de la Biblia nos están diciendo con claridad<br />

meridiana que la conversión es un actualizar el alegre pregón<br />

de las magnolia Dei, de las maravillas del amor de Dios hacia nosotros.<br />

Dios ha hecho en Cristo Jesús grandes cosas en nosotros.<br />

Esto es lo que confiere a nuestra respuesta, dada en virtud de la<br />

gracia, toda su auténtica grandeza.<br />

En esto coincide también la doctrina teológica de la primacía<br />

del opus operatum en los sacramentos. Esta doctrina medular de la<br />

teología católica no tiene nada que ver con la magia. No implica una<br />

concepción de los sacramentos como fuerzas ciegas e inanimadas, ni<br />

tampoco supone de parte del hombre una actitud de inerte pasividad.<br />

Que los sacramentos son ante todo opus operatum Dei, obra eficaz<br />

de Dios, quiere decir que en ellos sigue resonando con toda su fuerza<br />

el evangelio del reino de Dios, el alegre pregón de la fiesta del retorno,<br />

de la renovación del corazón, del primado del amor de Dios.<br />

Fe y sacramento de la je<br />

De parte del hombre, la conversión es respuesta a la acción de<br />

la gracia divina. Núcleo y fundamento de esta respuesta es la fe en el<br />

evangelio.<br />

Entre los autores del Nuevo Testamento se advierte alguna diversidad<br />

en el vocabulario y en el modo concreto de presentar el<br />

mensaje de la salvación. Sobre todo en san Juan encontramos dos<br />

líneas de pensamiento que se implican y entrecruzan: el sacramento<br />

y la fe. Somos salvados por la acción de Dios en los sacramentos;<br />

pero al mismo tiempo, leemos que la vida nueva nos viene de la fe.<br />

Santo Tomás ha dado la solución clásica para hacer coincidir ambos<br />

aspectos: «Tenemos la salvación por la fe en Cristo, hecho hombre<br />

y muerto por nosotros; los sacramentos son signos que manifiestan<br />

la fe por la cual el hombre se salva» l .<br />

Por su palabra y su acción en los sacramentos despierta y afirma<br />

Dios en nosotros la fe en su amor, manifestado en Jesucristo. La<br />

Iglesia entera, como esposa de Cristo, confiesa en los sacramentos su<br />

fe en la palabra que una vez para siempre le fue dirigida y que<br />

1. ST ni, q. 61, a. 4.

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