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Descargar - Archivo General de la Nación

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44 Jav i e r Ma l a g ó n ba r c e l ó<br />

<strong>de</strong> disposiciones que habían <strong>de</strong> formar como un rosario a través<br />

<strong>de</strong> los siglos x v i y x v i i, «prohibiendo el pasar a Indias a todos los<br />

casados y <strong>de</strong>sposados en estos reinos si no llevasen con ellos sus<br />

mujeres […]», disposición que se aplicaba por igual al más empingorotado<br />

virrey, austero oidor, arrojado militar, valetudinario<br />

oficial real, o sufrido esc<strong>la</strong>vo. Nadie se libraba «[…] porque es<br />

nuestra voluntad», dice S. M. en 1530, para repetirlo una y otra<br />

vez, «<strong>de</strong> que todos los susodichos lleven a sus mujeres».<br />

No obstante, entre los mártires <strong>de</strong>l matrimonio siempre los<br />

hay avisados que consiguen eludir <strong>de</strong> una u otra forma <strong>la</strong> ley y <strong>la</strong><br />

suave coyunda.<br />

Mas el Monarca, ve<strong>la</strong>ndo por el bien <strong>de</strong> sus súbditos, tal vez<br />

presintiendo ya los resultados estadísticos que llevaron a los<br />

sociólogos <strong>de</strong>l siglo pasado a <strong>la</strong> conclusión <strong>de</strong> que el celibato<br />

predispone al suicidio, dictó nuevas disposiciones encaminadas<br />

a obligar a estos mal casados a reconstruir el legítimo hogar<br />

<strong>de</strong>samparado. Y aquí comienza una lucha <strong>de</strong> lo más pintoresca<br />

entre el Monarca y estos olvidadizos maridos que continúan en<br />

Indias contentos y felices, dispuestos a olvidar a <strong>la</strong> víctima (¿?)<br />

que, por tierras <strong>de</strong> <strong>la</strong> meseta o <strong>de</strong>l Sur, quedó triste en su abandono.<br />

En primer lugar, se dispone que los casados que andan<br />

por Indias sin sus respectivas mujeres, sean obligados a llevar<strong>la</strong>s<br />

allí. Ningún resultado dio esta nueva ley, según se <strong>de</strong>duce <strong>de</strong> otra<br />

Real Cédu<strong>la</strong> posterior, mandando que «se les embarque en el<br />

primer navío <strong>de</strong> retorno a España, sin que en ello haya di<strong>la</strong>ción<br />

alguna, sin embargo que digan que han enviado o enviaren por<br />

sus mujeres […]».<br />

El disimulo no servía ya, y los reacios maridos tuvieron que<br />

recurrir a nuevas tretas, todo antes que compartir <strong>la</strong> vida con su<br />

cara esposa.<br />

Numerosos fueron los medios con que trataron <strong>de</strong> bur<strong>la</strong>r <strong>la</strong><br />

ley: contraían <strong>de</strong>udas que llevaban aparejada <strong>la</strong> prisión en caso<br />

<strong>de</strong> incumplimiento, haciéndose encarce<strong>la</strong>r en cuanto <strong>la</strong> autoridad<br />

trataba <strong>de</strong> repatriarlos. Hubo quien, para eludir sus <strong>de</strong>beres,<br />

se agenció el nombramiento <strong>de</strong> oficial <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cruzada, sin que<br />

tampoco ello le valiera, ya que se dispuso que los casados en

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