es imposible pasarla. ¡Quítense <strong>los</strong> zapatos!, dice, <strong>de</strong>sanudando sus ténis. Con curiosidad, las tres mujeres la imitan sin preguntar nada. Lo lograremos si tienen confi anza. ¡Primero, abracémonos! Y atrae a las otras tres en un abrazo colectivo que les arranca risas tímidas y suspiros profundos. ¿De quién es <strong>el</strong> brazo vigoroso que ro<strong>de</strong>a la cintura <strong>de</strong> Ixquic? ¿A quien pertenece la mano inquieta que estrecha <strong>el</strong> brazo <strong>de</strong> Gina? ¿De quién es ese hombro fi rme, ese cu<strong>el</strong>lo cosquil<strong>los</strong>o, esa pi<strong>el</strong> caliente? Unos <strong>de</strong>dos fuertes se posan sobre un costado y traviesos, acarician una espalda acogedora. Se quedan así jugando un momento más, luego se abrazan más fuerte, muy unidas, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una última carcajada, fi nalmente, se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n. Bueno, dice Ixquic, es muy simple: Gina y Lorena, uste<strong>de</strong>s que son altas y fuertes, serán nuestra base bien amada que nos sostendrá a todas. Mica<strong>el</strong>a, tú que eres int<strong>el</strong>igente, serás <strong>el</strong> cuadro <strong>de</strong> nuestra organización, que se <strong>el</strong>eva por encima <strong>de</strong> las masas. Mica<strong>el</strong>a intercambia una mirada levemente molesta con Lorena, que se ha sonrojado <strong>de</strong> repente. Gina vacila entre un sentimiento <strong>de</strong> orgullo y una leve sensación <strong>de</strong> que se están burlando <strong>de</strong> <strong>el</strong>la. Con expresión irónica, Ixquic agrega: ¿no confían en esta forma <strong>de</strong> organización? Yo soy la vanguardia, van a ver. Con autoridad, instala a Gina y a Lorena <strong>de</strong> espaldas a la pared, con las piernas bien separadas y les or<strong>de</strong>na: ¡enraícense fi rmemente en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o! Tú, Mica<strong>el</strong>a, hazte lo más leve que puedas y súbete a sus hombros. ¿Estás bien? Con tu falda, es un poco incómodo… ¡Ahora, aguántenme, es mi turno <strong>de</strong> subir! Des<strong>de</strong> la base, brotan protestas. Estoica, la estructura intermedia intenta aplacar con palabras <strong>de</strong> aliento la inconformidad que amenaza, mientras es pisoteada por la vanguardia sin que pueda adivinar sus propósitos. Después <strong>de</strong> un momento, que les parece una eternidad, Ixquic grita: ¡ya llegué! Y se iza sobre una estrecha plataforma. Inmediatamente la organización se <strong>de</strong>scompone, la dirección salta con presteza sobre <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o diciendo: lo siento, compañeras, no tengo nada que ver con lo que acaba <strong>de</strong> pasar. 92
Las bases le lanzan una mirada llena <strong>de</strong> reproches masajeando sus hombros adoloridos y sin <strong>de</strong>cir palabra, van a sentarse más lejos. Ixquic las llama: ¡Vu<strong>el</strong>van! Les prometo que esta situación no se reproducirá jamás entre nosotras. ¡Hallé la escalera! Una por una, suben entre las pare<strong>de</strong>s verticales y alcanzan a Ixquic sobre la alta roca que s<strong>el</strong>la <strong>el</strong> camino. 93
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marcha de puras mujeres. Le habían
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más, con fervor, para Huitzilopoch
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entrar a la plaza, la garganta aún
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grupos, escudriña, se devuelve, es
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llamaba Venancio: lo siguieron dura
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problemas. Antes, las mujeres sent
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