IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
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tipo <strong>de</strong> situaciones. Pero ya están en <strong>el</strong> metro y Tina sigue<br />
sonriéndole. Cuando se sientan en <strong>el</strong> vagón, se hace evi<strong>de</strong>nte que<br />
están juntos. Bárbara se da cuenta que ni siquiera sabe adon<strong>de</strong><br />
va. La conversación se hace escasa. Toño sonríe mucho, con una<br />
expresión amable. Bárbara lo evalúa furtivamente. El guarda una<br />
distancia respetuosa. Es alto pero <strong>el</strong>la se siente capaz <strong>de</strong> rep<strong>el</strong>erlo<br />
si fuera necesario. Tina, que no cesa <strong>de</strong> reír y <strong>de</strong> mirarla, parece<br />
dominar la situación. Finalmente, la evi<strong>de</strong>ncia se impone: no hay<br />
ninguna fi esta, craso error; van don<strong>de</strong> Tina, ni más ni menos. Un<br />
último sobresalto <strong>de</strong> conciencia la empuja a leer <strong>el</strong> nombre <strong>de</strong> la<br />
estación, ni siquiera sabe dón<strong>de</strong> está, y precisamente, trasbordan.<br />
Unos corredores, se alejan, <strong>el</strong> tren <strong>los</strong> lleva. ¡Inch’Allah, su<strong>el</strong>ten<br />
las amarras!<br />
Debería estar aquí. Una mujer indígena: no hay por<br />
miles. Con una tortilla azul a<strong>de</strong>más. Alba sólo me dijo que se<br />
trataba <strong>de</strong> una mujer realmente excepcional. Pensé que sería un<br />
buen comienzo darle cita en la marcha. De hecho, me parece que<br />
ya di cita un 25 <strong>de</strong> noviembre, así es, creo. ¿Pero cuándo? ¡Por<br />
Dios, qué memoria! Roberta me dijo que pasaba a menudo, con<br />
las personas que han vivido… ¿Cómo dicen? Traumas extremos…<br />
¿Traumas extremos? Qué expresión, diosas mías, se ve que<br />
estudian mucho para hallar fórmulas <strong>de</strong> este calibre. Dice que la<br />
paranoia es igual. Pero en fi n, ¿como no creerle ? Es mi terapeuta<br />
y la he escogido yo. ¡Pues sí! La ex-guerrillera marxista-leninista<br />
en persona, acorralada a buscar ayuda don<strong>de</strong> <strong>los</strong> sicólogos… San<br />
Lenin me hubiera excomulgado. Afortunadamente, ya no creo en<br />
él. Escogí a Roberta porque es una compañera. Sabe <strong>de</strong> qué estoy<br />
hablando: en Argentina, ¡las vieron color <strong>de</strong> hormiga! Y aparte, ya<br />
no es <strong>el</strong> partido que me pue<strong>de</strong> dar la mano cuando tengo pesadillas,<br />
¿verdad? Hasta Venancio me abandonó, entonces, ¿qué se supone<br />
que tengo que hacer? La mirada <strong>de</strong> Ligia se <strong>de</strong>sliza entre <strong>los</strong><br />
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