IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Lorena está calentando las tortillas. ¿Descansaste?<br />
La mira, nota su pali<strong>de</strong>z: ¿Y la carta? No parecen ser buenas<br />
noticias… Mica<strong>el</strong>a levanta <strong>el</strong> rostro: no. Tímidamente, Lorena la<br />
toma en sus brazos. En un susurro pregunta: ¿son cosas que me<br />
podés <strong>de</strong>cir? Mica<strong>el</strong>a respira hondo: no entiendo, no entiendo…<br />
Sin hablar, Lorena la abraza más fuerte, la aprieta contra su<br />
cuerpo durante un tiempo que le parece infi nito. En <strong>el</strong> comal, la<br />
tortilla se reseca. Imperceptiblemente, Mica<strong>el</strong>a tiembla, le parece<br />
que una lágrima recorre su mejilla. Lorena la mece, la tortilla se<br />
contrae. Finalmente, Mica<strong>el</strong>a dice, en voz baja: me quitaron mis<br />
responsabilida<strong>de</strong>s. Lorena: ¿Cómo? No querían que viniera. Y<br />
entonces, dicen que <strong>de</strong>serté. Sabes, estamos en guerra y yo me<br />
fui, Lorena. ¿No querían que vinieras? ¿No habían autorizado<br />
tu salida? No. La voz <strong>de</strong> Mica<strong>el</strong>a se hace más fi rme: no querían<br />
hacer nada, no querían saber d<strong>el</strong> tema siquiera. Me dijeron que no<br />
había nada que hacer, que no había dinero. Que en este momento<br />
la situación estaba <strong>de</strong>masiado tensa, que teníamos que esperar…<br />
Esperar, ¿hasta cuándo? No me supieron respon<strong>de</strong>r. Pero yo no<br />
lo podía aceptar. Sé que la situación no va a mejorar. ¿Cómo<br />
voy a <strong>de</strong>jar yo que se mueran tres compañeras que están bajo mi<br />
responsabilidad, si puedo hacer algo? De la tortilla carbonizada,<br />
se escapa un po<strong>de</strong>roso olor a quemado. Desprendiéndose lo más<br />
suavemente que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong> Mica<strong>el</strong>a, Lorena apaga la estufa y abre<br />
la ventana: vení, pasemos a la sala.<br />
Mica<strong>el</strong>a se sienta en <strong>el</strong> sillón, muda. Lorena, que<br />
ha prendido un cigarrillo, camina con vehemencia en la sala<br />
aspirando gran<strong>de</strong>s bocanadas nerviosas. Entonces es así… ¡No lo<br />
puedo creer! No, ¡no lo puedo creer! Se para, tomando <strong>de</strong> testiga a<br />
Mica<strong>el</strong>a: aunque sabés, me lo esperaba… Rezaba para que uste<strong>de</strong>s<br />
no cometieran <strong>los</strong> mismos errores que nosotros. ¡Pero parece que<br />
nunca apren<strong>de</strong>remos! Mira a Mica<strong>el</strong>a a la cara: yo también, en<br />
aqu<strong>el</strong> entonces, hubiera dicho lo mismo, hubiera reaccionado<br />
igual que <strong>el</strong><strong>los</strong> —¿te das cuenta? Su voz sube <strong>de</strong> tono: ¡eso es<br />
53