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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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pue<strong>de</strong> ver. De repente, exclama: ¡Se mueve! ¡Está viva! Muy a<br />

pesar suyo, Gina regresa <strong>de</strong> su ensueño: ¿qué viste? La mirada <strong>de</strong><br />

Ixquic se ha llenado <strong>de</strong> luz: es una mariposa que aletea, mojada<br />

<strong>de</strong> lluvia. Quiere volar… Con una sonrisa, Gina vu<strong>el</strong>ve a cerrar<br />

<strong>los</strong> ojos. Entonces, absorta en un pensamiento muy íntimo,<br />

Ixquic abre su mano y la mira <strong>de</strong>tenidamente. Con emoción,<br />

observa su palma fuerte. Pensativa, consi<strong>de</strong>ra las líneas oscuras<br />

y fi rmes que la atraviesan. Sigue cada <strong>de</strong>do, estirado, tenso. Una<br />

mano… ¿Quién sería capaz <strong>de</strong> darlo todo por una mano? ¿Quién<br />

podría conmoverse por su dulzura, su fuerza, por cada uno <strong>de</strong><br />

sus gestos? ¿Quién construiría sus sueños sobre <strong>el</strong> terreno duro<br />

y cálido <strong>de</strong> esa palma, en este lugar misterioso que se abre sobre<br />

nuevos mundos ?… Justo entre sus <strong>de</strong>dos, precisamente en <strong>el</strong><br />

espacio que hay entre <strong>el</strong> índice y <strong>el</strong> <strong>de</strong>do d<strong>el</strong> corazón, la luna<br />

aparece, dura como una esfera <strong>de</strong> hi<strong>el</strong>o resplan<strong>de</strong>ciente. En su<br />

mano, a contraluz, Ixquic la ro<strong>de</strong>a, la recibe, la acaricia. Con <strong>los</strong><br />

ojos entreabiertos, se divierte en hacer brillar la blancura radiante<br />

a lo largo <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos extendidos en V, como si <strong>los</strong> untara <strong>de</strong><br />

luz. Luego, doblando <strong>el</strong> meñique y <strong>el</strong> anular, junta lentamente<br />

<strong>los</strong> <strong>de</strong>dos índice y corazón que parecen alargarse aún más. Una<br />

tensión violenta la recorre hasta <strong>el</strong> vientre. Su ser se concentra<br />

en estos dos <strong>de</strong>dos extendidos que contempla fascinada. Esto es<br />

lo que tiene para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse en la vida. Nada más. Pero es más<br />

que sufi ciente. Su mano se d<strong>el</strong>inea por sobre <strong>el</strong> halo claro <strong>de</strong> la<br />

luna. De repente, se da cuenta que parece un arma, entonces<br />

suavemente, dobla <strong>el</strong> pulgar y borra esta imagen. En la oscuridad,<br />

llena <strong>de</strong> aire sus pulmones, curva levemente sus <strong>de</strong>dos y se queda<br />

un momento inmóvil. Luego, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar la luna, pasa sus<br />

<strong>de</strong>dos sobre sus labios, varias veces, y se acerca.<br />

Después <strong>de</strong> terminar su canción, Suzana se ha puesto <strong>de</strong><br />

pie. Don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jó la guitarra, en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o ya no hay más que una<br />

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