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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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quiero seguir este camino. Sonrió, con cara grave me preguntó si<br />

realmente estaba segura, me dijo que sería muy duro, que tendría<br />

que cambiar <strong>de</strong> ropa, <strong>de</strong> nombre, <strong>de</strong> vida; que <strong>los</strong> soldados<br />

allá eran mucho más cru<strong>el</strong>es que <strong>los</strong> que conocía, que era muy<br />

arriesgado. Insistí, le rogué, y por toda respuesta me dijo: vete<br />

a dormir. Pero a la mañana siguiente, <strong>el</strong> sol no había salido aún<br />

cuando oí un ruido. El se había levantado y juntaba sus cosas, en<br />

la oscuridad. Silenciosamente, me levanté también, sólo tenía <strong>el</strong><br />

vestido que traía puesto y mis sandalias. Me pegué a su sombra.<br />

Salió, caminó hasta la carretera, y yo seguí sus pasos. Luego llegó<br />

un carro que se <strong>de</strong>tuvo sin parar <strong>el</strong> motor, él saludó al conductor<br />

—nunca se me olvidará, era una mujer, una caxlana, le dijo: ¡hola<br />

Rebeca! La puerta se abrió. En este momento, brinqué fuera <strong>de</strong><br />

la oscuridad y dije: ¡Padre, me voy con usted! El miró a la mujer<br />

interrogante, <strong>el</strong>la hizo un gesto <strong>de</strong> bienvenida, entonces él me<br />

sonrió, <strong>de</strong> un salto me subí atrás y nos fuimos… Lo que sigue, lo<br />

adivinas. Allá, se estaban organizando las comunida<strong>de</strong>s. Había<br />

mucha esperanza, mucho trabajo por hacer. Me incorporé <strong>de</strong><br />

lleno. Rebeca era una <strong>de</strong> las fundadoras d<strong>el</strong> movimiento. En<br />

aqu<strong>el</strong>la época, sólo había dos mujeres en toda la organización :<br />

<strong>el</strong>la y otra mestiza. Rebeca me quería mucho. Al principio, yo<br />

no estaba muy acostumbrada a este trato con las mestizas, pero<br />

<strong>el</strong>la era muy buena persona. Siempre me ayudó. Varias veces<br />

<strong>los</strong> compañeros dijeron que yo era una mujer y que por lo tanto<br />

no podía quedarme con <strong>el</strong><strong>los</strong>. Ella insistió mucho para que yo<br />

recibiera la capacitación política, al igual que <strong>los</strong> <strong>de</strong>más. Y<br />

también la capacitación militar. Para mí, era como mi otra madre.<br />

Cuando la capturó <strong>el</strong> ejército, por la Traición <strong>de</strong> 1995, mi corazón<br />

se llenó <strong>de</strong> tristeza. Des<strong>de</strong> aqu<strong>el</strong> día no la volví a ver. Después <strong>de</strong><br />

la ofensiva, me cambiaron <strong>de</strong> zona, me mandaron a <strong>los</strong> Altos, a<br />

mi comunidad, para trabajar con las mujeres.<br />

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