IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
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<strong>el</strong> español, las cifras, un poco <strong>de</strong> geografía y <strong>de</strong> historia. Era<br />
inagotable su curiosidad. Al principio sólo había varones. Pero<br />
<strong>el</strong> padre se dio cuenta que también las mujeres querían apren<strong>de</strong>r.<br />
Un domingo, en su sermón, él explicó que Jesús, cuando resucitó,<br />
primero se le había aparecido a María Magdalena. Y si María<br />
Magdalena no hubiera hablado español, ¿cómo les hubiera dado<br />
la buena noticia a <strong>los</strong> apóstoles? Los hombres se miraron unos<br />
a otros, no dijeron nada. La semana siguiente, empezamos un<br />
curso <strong>de</strong> español para las mujeres. No había ningún hombre, para<br />
que no se pusieran c<strong>el</strong>osos <strong>los</strong> maridos. Luego, todo se precipitó.<br />
Hubo una hu<strong>el</strong>ga. Aguantamos una semana, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>spidieron<br />
a todo <strong>el</strong> mundo. Los capataces dijeron que nos daban veinticuatro<br />
horas para que nos fuéramos, que luego vendrían <strong>los</strong> soldados. El<br />
patrón advirtió que si <strong>el</strong> padre volvía, le iba a quitar las ganas<br />
<strong>de</strong> vivir. Supimos que hablaba en serio, así que me fui con él.<br />
Dos años más estuvimos en otras fi ncas <strong>de</strong> la región, y cada vez<br />
se repetía la misma historia: las misas enar<strong>de</strong>cidas, las clases <strong>de</strong><br />
español y <strong>de</strong> alfabetización, y al fi nal, siempre alguien llegaba a<br />
<strong>de</strong>cirnos que era tiempo <strong>de</strong> marcharnos.<br />
Una noche, justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar, <strong>el</strong> padre Rafa<strong>el</strong><br />
—ya te habías dado cuenta que se trataba <strong>de</strong> él, ¿verdad?— me<br />
llevó a un lugar aparte y me dijo: Ana María, ha llegado <strong>el</strong><br />
momento <strong>de</strong> separarnos. Aquí las cosas se han vu<strong>el</strong>to <strong>de</strong>masiado<br />
p<strong>el</strong>igrosas. Recibí un mensaje, tengo que irme a la S<strong>el</strong>va. Allá,<br />
las hermanas y <strong>los</strong> hermanos me necesitan, están preparando<br />
algo muy importante. Me quedé paralizada. No quería que se<br />
fuera, no quería quedarme así en la Costa, solita. Quería seguir<br />
trabajando con él. Le supliqué que me llevara. Me dijo: piénsalo<br />
bien. Allá don<strong>de</strong> voy, las cosas están muy serias. Podrías volver<br />
a San Cristóbal, conozco una familia que te daría trabajo. Son<br />
personas muy buenas. Te tratarían bien, es justa la paga. ¿No te<br />
quieres casar, tener hijos? No, dije, no, Padre, quiero seguir con<br />
usted, quiero conocer a <strong>los</strong> hermanos y las hermanas <strong>de</strong> la S<strong>el</strong>va,<br />
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