IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
diáfano, inmóvil, un contrafuerte <strong>de</strong>snudo se lanza hacia <strong>el</strong> vientre<br />
nevado, <strong>el</strong> pecho tranquilo, <strong>el</strong> rostro dirigido hacia las nubes. Dicen<br />
que eres una princesa dormida, Izta… ¡Abu<strong>el</strong>a! ¡Qué tu bendición<br />
me acompañe! Nuestro pueblo la necesita…<br />
En <strong>el</strong> avión, Ligia cierra <strong>el</strong> periódico con <strong>de</strong>sgano. Una<br />
vez más, en Chiapas, la situación es grave. La tensión extrema. Un<br />
artículo habla <strong>de</strong> la instalación <strong>de</strong> nuevos campamentos militares<br />
cerca <strong>de</strong> Amador Hernán<strong>de</strong>z. Por supuesto, no dan ningún <strong>de</strong>talle:<br />
como siempre, <strong>el</strong> enemigo mantiene secretas sus posiciones<br />
exactas y <strong>el</strong> periodista no ha podido investigar, <strong>los</strong> militares<br />
cerraron la zona. Hay que leer entre líneas… Lo que le hace<br />
falta, son <strong>los</strong> compañeros que le transmitan informaciones reales,<br />
concretas, útiles para po<strong>de</strong>r actuar, buscar a <strong>los</strong> <strong>de</strong>más y hacer algo.<br />
En vez <strong>de</strong> sentirse así perdida, impotente, llena <strong>de</strong> esa cólera que<br />
no encuentra salida. Eso, <strong>de</strong> veras, es algo que siempre extrañará<br />
<strong>de</strong> antes. Antes… Sin previo aviso, su mente se escapa hacía la<br />
tumba <strong>de</strong> Venancio. El pequeño cementerio <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s blancas.<br />
Los rectángu<strong>los</strong> rosados, azules, amaril<strong>los</strong>, ver<strong>de</strong>s, las coronas <strong>de</strong><br />
yeso <strong>de</strong>scoloridas y llenas <strong>de</strong> musgo. Aquí, un ramillete marchito<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años. ¡Por lo menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> Somoza! Allá,<br />
al asalto d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, un manojo <strong>de</strong> alcatraces con sus alargadas<br />
corolas blancas surgiendo <strong>de</strong> un tallo ver<strong>de</strong> claro, tan tierno que<br />
darían ganas <strong>de</strong> comérs<strong>el</strong>o. Arriba —terriblemente alto— ese<br />
ci<strong>el</strong>o azul, siempre tan infi nito. Se acerca como quien evita <strong>el</strong><br />
objeto <strong>de</strong> su búsqueda, dando mil vu<strong>el</strong>tas. ¿Y si no encontrara la<br />
tumba? ¿Y si Venancio ya no estuviera aquí? El<strong>los</strong> son capaces <strong>de</strong><br />
cualquier cosa, <strong>de</strong> haberlo <strong>de</strong>senterrado, <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado sus restos<br />
expuestos a las aves <strong>de</strong> carroña, a <strong>los</strong> perros errantes. Son capaces<br />
<strong>de</strong> haberlo torturado <strong>de</strong> nuevo. ¿Por qué? Todo pasó hace tanto<br />
tiempo, pero no me extrañaría que se ensañaran con <strong>los</strong> muertos,<br />
con <strong>los</strong> símbo<strong>los</strong> más sagrados. ¡No! El enemigo se ha olvidado. O<br />
más bien al enemigo le importa un carajo, en <strong>el</strong> fondo. El enemigo<br />
7