IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
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invadida <strong>de</strong> militares. Siente un dolor en <strong>el</strong> pecho al pensar en <strong>los</strong><br />
lugares don<strong>de</strong> estuvieron, hace muchos años con Alba, visitando<br />
las comunida<strong>de</strong>s eclesiales <strong>de</strong> base <strong>de</strong> la zona. Después d<strong>el</strong> caserío<br />
<strong>de</strong> La Ceiba, habían tenido que caminar bastante, pues durante la<br />
temporada <strong>de</strong> lluvia no entraba más allá ningún vehículo. Hace<br />
muy poco, Alba le escribió que hasta en Benito Juárez, ahora, hay<br />
una carretera asfaltada, para que <strong>los</strong> carros blindados d<strong>el</strong> ejército<br />
puedan entrar a sus anchas. No reconocerías nada, dice Alba. Es<br />
espantoso, la zona está totalmente bajo control d<strong>el</strong> ejército. Se<br />
ven por miles, como hormigas. Y también están <strong>los</strong> narcos, que<br />
tienen r<strong>el</strong>ación estrecha con <strong>los</strong> militares. Y en medio <strong>de</strong> todo<br />
esto, la Pemex, extrayendo todo <strong>el</strong> petróleo que pue<strong>de</strong>, esperando<br />
<strong>el</strong> momento <strong>de</strong> llegar hasta <strong>los</strong> inmensos yacimientos <strong>de</strong> arabian<br />
light que están justo en territorio zapatista, precisamente <strong>de</strong>bajo<br />
<strong>de</strong> la zona <strong>de</strong> la reserva ecológica <strong>de</strong> <strong>los</strong> Montes Azules. Las<br />
compañías petroleras <strong>de</strong> Estados Unidos, <strong>de</strong> Francia también,<br />
están pendientes. Todo <strong>el</strong> mundo espera con impaciencia que<br />
sea “pacifi cada” la región. ¿Pacifi cada? Involuntariamente, Gina<br />
aprieta <strong>los</strong> puños. Se extien<strong>de</strong> la guerra, la guerra está en todas<br />
partes. Gina piensa en Doña Soledad, que vive en La Ceiba, en<br />
Doña Chola, con sus sesenta años tal vez, cuatro hijos vivos.<br />
Vivía sola en su casa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s hendidas. Sola y<br />
soberana en su casa miserable. ¿El tigre? Se reía, enseñando su<br />
machete: ¡que venga! Estábamos en su casa. Había mandado a<br />
su hijo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mañana, a Guatemala, a comprar algo <strong>de</strong> beber.<br />
Cuando éste volvió, al crepúsculo, triunfante, con su bot<strong>el</strong>la<br />
<strong>de</strong> Venado, nos explicó la causa <strong>de</strong> su retraso: es la guerrilla<br />
guatemalteca, caí en medio <strong>de</strong> una emboscada. Pero vieron que<br />
era población civil y me <strong>de</strong>jaron ir en cuanto todo se tranquilizó.<br />
Si hubiera sido <strong>el</strong> ejército mexicano que me agarraba, ¡ay <strong>de</strong> mí!<br />
Se ríe: ¡salud! Y se marcha. Bebemos a pico <strong>de</strong> bot<strong>el</strong>la, Doña<br />
Soledad comienza su historia: ¡pobre José! Es buen chamaco,<br />
pero no pue<strong>de</strong> trabajar mucho con su pata loca. Fue por una<br />
bala perdida, cuando mataron a su padre. Estábamos en Oaxaca,<br />
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