13.05.2013 Views

IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

las puedo <strong>de</strong>cir, pero confío en tí… Pues... soy la mayor <strong>de</strong> mis<br />

hermanos. Mi madre me tuvo a <strong>los</strong> dieciséis años, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber ido a trabajar a la Costa. Nunca conocí a mi padre. A <strong>los</strong><br />

siete años, mi madre me mandó a la ciudad <strong>de</strong> Jov<strong>el</strong>, a trabajar<br />

con una familia. No la volví a ver durante quince años. Una vez<br />

yo <strong>de</strong>saparecida, mi abu<strong>el</strong>o le halló un pretendiente, un vecino<br />

que se había quedado viudo. Ella ya no era tan joven, pero aún era<br />

fuerte y muy b<strong>el</strong>la, y <strong>el</strong> vecino tenía tres hijos que criar, entonces<br />

la tomó. Tuvo otros seis hijos, contando a <strong>los</strong> dos chiquitos que<br />

murieron. Fue muy dura la vida <strong>de</strong> mi mamá. La primera vez<br />

que la volví a ver, no me reconoció. Ya parecía una abu<strong>el</strong>ita. Yo<br />

tuve más suerte. En Jov<strong>el</strong>, trabajé para <strong>los</strong> caxlanes. Al principio,<br />

fue muy difícil, porque no hablaba español. Pero la señora don<strong>de</strong><br />

trabajaba, Doña María, que Dios la tenga en su gloria, era una<br />

persona buena. Me permitía ir a la escu<strong>el</strong>a en la noche. Incluso<br />

me compró <strong>el</strong> uniforme, la primera vez. Todo <strong>el</strong> día, trabajaba en<br />

la casa <strong>de</strong> Doña María, y en las noches, estudiaba.<br />

El día en que cumplí quince años terminé la primaria.<br />

Con muchos sacrifi cios había ahorrado unos pesitos. Tenía un<br />

plan: había escuchado que la gente <strong>de</strong> mi comunidad iba cada<br />

año a cortar caña en la Costa. Me habían dado <strong>el</strong> nombre <strong>de</strong><br />

la fi nca y explicado <strong>el</strong> camino para llegar. Me armé <strong>de</strong> valor y<br />

me fui a la central <strong>de</strong> autobuses a comprar un boleto. Pero ¡qué<br />

vergüenza me dio! mi cabeza apenas si llegaba a la altura <strong>de</strong> la<br />

ventanilla, <strong>el</strong> señor que vendía <strong>los</strong> boletos me miró con <strong>de</strong>sprecio<br />

y me dijo: entonces, chamulita, ¿a dón<strong>de</strong> creés que vas? No le<br />

vendo boletos a las inditas. Vu<strong>el</strong>ve con tu marido o tu patrona.<br />

Entonces salí <strong>de</strong> allí. Me fui caminando y mis pasos me guiaron<br />

hasta la salida <strong>de</strong> la ciudad, don<strong>de</strong> había todo tipo <strong>de</strong> vehícu<strong>los</strong>,<br />

que viajaban hacia muchas partes. A<strong>de</strong>más, no ponían problema<br />

para llevar gente indígena. Cuando dije don<strong>de</strong> quería ir, un tipo<br />

me agarró d<strong>el</strong> brazo y me empujó hacia la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong> un<br />

gran camión <strong>de</strong> redilas lleno <strong>de</strong> mujeres, hombres y niños <strong>de</strong><br />

74

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!