IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
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las comunida<strong>de</strong>s, caminando por las montañas y por la s<strong>el</strong>va, que<br />
organizaron <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> reuniones con las mujeres, para saber lo<br />
que esperaban <strong>de</strong> la lucha. Así fue cómo concibieron la Ley, con<br />
la palabra <strong>de</strong> todas, con lo que las mujeres querían. Dicen que<br />
cuando la comandante Suzana la leyó en la reunión d<strong>el</strong> Comité<br />
Clan<strong>de</strong>stino Revolucionario Indígena, <strong>los</strong> hombres no estaban<br />
muy <strong>de</strong> acuerdo. Esto lo cuenta <strong>el</strong> sub-comandante Marcos, en uno<br />
<strong>de</strong> sus comunicados. Mica<strong>el</strong>a pregunta, ansiosa: ¿qué dice <strong>el</strong> subcomandante<br />
Marcos? Parece, prosigue Gina, que un responsable<br />
tz<strong>el</strong>tal murmuró: ¡qué bueno que mi mujer no hable español!,<br />
así nunca va a saber lo que dice esta ley… Mica<strong>el</strong>a se acuerda<br />
perfectamente <strong>de</strong> ese momento, como si fuera ayer. Es cierto:<br />
la mayoría <strong>de</strong> <strong>los</strong> varones protestaron y <strong>el</strong> propio Marcos estaba<br />
pálido. Pero sobre todo, lo que recuerda con precisión absoluta,<br />
es que algunos dijeron lo sufi cientemente alto como para que <strong>el</strong>la<br />
<strong>los</strong> escuchara: las que andan con <strong>los</strong> padrecitos y que creen que se<br />
han vu<strong>el</strong>to caxlanas, no <strong>de</strong>berían meterse con nuestras mujeres…<br />
Mica<strong>el</strong>a se entristece al recordar estas palabras. ¿Cómo se atreven<br />
a <strong>de</strong>cir semejante cosa? ¡El padre Rafa<strong>el</strong> siempre ha sido como<br />
un padre para mí! ¿Quién ensució la mente <strong>de</strong> <strong>los</strong> compañeros?…<br />
Mica<strong>el</strong>a se controla: es cierto lo que dices. Realmente, la vida<br />
es muy difícil para nosotras, las mujeres indígenas, somos las<br />
más olvidadas. Trabajamos todo <strong>el</strong> día y no tenemos dinero ni<br />
con qué comer. Nuestros hijos mueren y no po<strong>de</strong>mos hacer nada.<br />
Mica<strong>el</strong>a continúa, con la respiración entrecortada. Somos pobres,<br />
humilladas, <strong>el</strong> gobierno no nos ayuda. No tenemos escu<strong>el</strong>as, no<br />
tenemos hospitales. Cuando vamos a <strong>los</strong> hospitales <strong>de</strong> <strong>los</strong> blancos,<br />
en la ciudad, <strong>los</strong> doctores nos dicen que somos sucias, nos tratan<br />
como animales. Nos dicen que nos quitemos la ropa, abusan <strong>de</strong><br />
nosotras: por esto las mujeres no quieren ir al doctor. Gina la<br />
escucha atentamente: las mujeres zapatistas dicen exactamente<br />
la misma cosa… El tono <strong>de</strong> Mica<strong>el</strong>a se hace más seguro, fi rme,<br />
como Gina nunca lo ha oido: <strong>los</strong> verda<strong>de</strong>ros culpables, son <strong>los</strong><br />
que gobiernan <strong>el</strong> pueblo, porque nunca tomaron en cuenta a<br />
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