IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
acaricia cada valle <strong>de</strong>spacio, hasta <strong>los</strong> pies <strong>de</strong> Izta, hasta sentir<br />
<strong>de</strong> nuevo <strong>el</strong> impulso co<strong>los</strong>al d<strong>el</strong> cuerpo inmóvil. Un po<strong>de</strong>roso<br />
viento se lanza hacia <strong>el</strong> volcán, en <strong>el</strong> que se arroja <strong>el</strong> águila, y<br />
se <strong>de</strong>ja caer en picada sobre la meseta minúscula que se hace<br />
más gran<strong>de</strong>, luego fl or, <strong>de</strong>spués fuego. En <strong>el</strong> halo <strong>de</strong> las llamas<br />
se hallan dos formas humanas. Dos pares <strong>de</strong> ojos que brillan en<br />
las tinieblas, cuatro pupilas llenas <strong>de</strong> minúsculas cintas doradas.<br />
La una contra la otra, Gina e Ixquic permancen inmóviles. En <strong>el</strong><br />
último momento, <strong>el</strong> ave las evita con un fuerte aleteo y se lanza<br />
hacia <strong>el</strong> valle. Emergiendo <strong>de</strong> su sueño hipnótico, Ixquic su<strong>el</strong>ta la<br />
mano <strong>de</strong> Gina y empieza a colocar las brazas rojizas <strong>de</strong>bajo d<strong>el</strong><br />
gran tronco carbonizado, que se rompe en dos como ramita en<br />
otoño. Mientras Ixquic aviva <strong>el</strong> fuego, Gina se para sin motivo<br />
aparente, da algunos pasos sin prisa, y tranquilamente se dirige<br />
hacia <strong>el</strong> sen<strong>de</strong>ro que se aleja.<br />
Apoyado contra <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, cada arbusto parece esperar.<br />
Gina se acerca embriagada para <strong>de</strong>vorar cada silueta, cada<br />
línea, como si la curva <strong>de</strong> una rama le pudiera dar la clave d<strong>el</strong><br />
universo. Las plantas saben porque tienen raíces, su mu<strong>de</strong>z es<br />
contemplación, paciencia infi nita. He vu<strong>el</strong>to, todo vive. Gina se<br />
a<strong>de</strong>ntra en la montaña. Vengo a buscar lo que he perdido. Avanza<br />
a gran<strong>de</strong>s zancadas. Ya no sé don<strong>de</strong> voy, se me olvidó lo que venía<br />
a buscar. Las raíces se retuercen alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>el</strong>la, <strong>el</strong> camino va<br />
y viene, es un círculo que se <strong>de</strong>senreda, es una trenza fl exible en<br />
<strong>el</strong> corazón <strong>de</strong> la noche. Gina es libre, está perdida, ¿dón<strong>de</strong> están?<br />
Gina camina sin parar, es una autómata que no controla. Las<br />
raíces, <strong>el</strong> camino: <strong>el</strong>la busca al andar. Pasa un riachu<strong>el</strong>o, no es<br />
eso, tiene que encontrar a las <strong>de</strong>más, pero, ¿dón<strong>de</strong> están? En la<br />
claridad lunar ha aparecido un fi no sen<strong>de</strong>ro, <strong>los</strong> guijarros brillan,<br />
unas ramitas se entrecruzan para señalar una dirección. Gina ro<strong>de</strong>a<br />
aún un bosquecillo y luego se pier<strong>de</strong> entre unas rocas macizas,<br />
120