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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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everberaciones sobre <strong>el</strong> asfalto. Dan ganas <strong>de</strong> toser y <strong>de</strong> vomitar.<br />

Qué ruido incesante, aterrador, monstruoso. El infi erno d<strong>el</strong> que<br />

hablaba <strong>el</strong> cura <strong>de</strong> María Auxiliadora <strong>de</strong>be parecerse a esto.<br />

También <strong>de</strong>saparecerán <strong>los</strong> blancos. Tal vez antes que las otras<br />

tribus. Ensucia tu propia cama y una buena noche, te ahogarán<br />

tus propios excrementos… ¿Dón<strong>de</strong> está <strong>el</strong> bosque?¿Dón<strong>de</strong> está<br />

<strong>el</strong> águila? Desaparecieron. Es <strong>el</strong> fi n <strong>de</strong> la vida, es <strong>el</strong> comienzo<br />

<strong>de</strong> la sobrevivencia. Ana María sin embargo no siente miedo.<br />

No es la primera vez que viene. La primera vez fue en <strong>el</strong> 89,<br />

hace exactamente diez años. Estaba bien joven, por cierto, en<br />

aqu<strong>el</strong> entonces, llena <strong>de</strong> curiosidad y <strong>de</strong> esperanza, espantada<br />

también. Todo era tan serio y, sin embargo, parecía casi mentira.<br />

Había venido con <strong>el</strong> padre Rafa<strong>el</strong>, para establecer contacto con<br />

organizaciones <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos humanos y <strong>de</strong>nunciar <strong>los</strong> ataques<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> guardias blancos en las plantaciones. Luego, había vu<strong>el</strong>to<br />

varias veces, con otros compañeros, para realizar diferentes<br />

misiones. La última vez, acompañaba a Ramona, mi querida<br />

comandante Ramona, que venía para que la operaran. Hace tres<br />

años ya… Todo era muy diferente entonces, no sabía tantas cosas.<br />

Hoy, viene sola por primera vez. Totalmente sola. ¡Ánimo!<br />

Todos estos rostros, todos estos corazones in<strong>de</strong>scifrables,<br />

que van y vienen como insectos alucinados. ¿Hacia qué<br />

obligaciones? ¿Cuál es la fuerza que <strong>los</strong> <strong>de</strong>sparrama en las calles,<br />

que <strong>los</strong> hace chocar unos contra otros, que <strong>los</strong> vierte fuera <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

buses, que <strong>los</strong> precipita en las entrañas <strong>de</strong> la ciudad? ¡Oh, nuestro<br />

padre <strong>el</strong> Sol! Padre nuestro, Tonatiuh, como te dicen aquí! Dime:<br />

¿qué es lo que <strong>los</strong> atrae tan lejos <strong>de</strong> ti en estos subterráneos abiertos<br />

como heridas? Aunque fuera una or<strong>de</strong>n, nunca quisiera bajar<br />

por entre estas fauces inhumanas que llevan al inframundo. No,<br />

jamás… Ana María evita la entrada d<strong>el</strong> metro y camina hacía una<br />

calle animada, atiborrada <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> negocios, en medio <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> gritos <strong>de</strong> <strong>los</strong> ven<strong>de</strong>dores ambulantes. Cuidado: la acera está<br />

llena <strong>de</strong> hoyos, <strong>de</strong> pendientes, <strong>de</strong> fallas. Un rayo <strong>de</strong> luz: algo brilla<br />

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