IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
cara. Se en<strong>de</strong>reza: es más, aún creo en lo que hicimos. Si hubiera<br />
que volver a hacerlo, ¡lo haría <strong>de</strong> nuevo! ¡Muy bien! Haz lo que<br />
quieras, pero heme aquí volando lengua: aún tengo muchas cosas<br />
que hacer esta mañana. Me vas a perdonar, pero me vu<strong>el</strong>vo a<br />
mis asuntos. Por lo menos, ¡aprovecha que estés más ligera!…<br />
Lorena refunfuña, se planta <strong>de</strong>recha, pren<strong>de</strong> un cigarrillo y lanza<br />
una mirada por encima <strong>de</strong> su hombro. Y <strong>de</strong> repente, se inmoviliza.<br />
Puesta allí la ve, nítidamente, atravesada en <strong>el</strong> sen<strong>de</strong>ro: Djiân, su<br />
primera kalashnikov, recuperada en <strong>el</strong> combate. No querían darle<br />
un arma, al principio, pues no había armas sufi cientes para todo <strong>el</strong><br />
mundo, menos para las mujeres. Tuvo que arrancarla <strong>el</strong>la misma,<br />
bajo una lluvia <strong>de</strong> balas, <strong>de</strong> <strong>los</strong> brazos <strong>de</strong> un joven soldado que no<br />
tenía ni dieciséis años. La muerte aún no lo había puesto rígido,<br />
había sentido <strong>el</strong> calor <strong>de</strong> su cuerpo al levantarlo por <strong>el</strong> hombro<br />
para liberar la correa. En medio d<strong>el</strong> camino, Djiân resplan<strong>de</strong>ce,<br />
como si la hubiera limpiado ayer, mitad en la sombra, mitad en <strong>el</strong><br />
sol. La mira, la saluda: Djiân, mi vida, ¿qué pasará con nuestros<br />
recuerdos? ¿Qué haremos con nuestros i<strong>de</strong>ales? Suspira. Un<br />
suspiro muy antiguo, una coraza que se resquebraja <strong>de</strong> arriba hacia<br />
abajo. Finalmente, quien resistió a todo esto, fueron las mujeres<br />
y sus luchas concretas ¿acaso no? Prueba <strong>de</strong> <strong>el</strong>lo: Mica<strong>el</strong>a… Y<br />
Gina, siempre dispuesta a entusiasmarse. Sonríe. A caminar pues:<br />
no hay que per<strong>de</strong>rlas…<br />
Ad<strong>el</strong>ante, Mica<strong>el</strong>a avanza con paso fi rme. Se ve que no<br />
pasa mucha gente, sin embargo <strong>el</strong> sen<strong>de</strong>ro está <strong>de</strong>spejado. Todo<br />
se parece extrañamente a su tierra: las mismas hierbas, las mismas<br />
piedras que afl oran a la superfi cie <strong>de</strong> la tierra marrón, <strong>el</strong> mismo<br />
sentimiento <strong>de</strong> ir infi nitamente hacia ningún lugar, hacia cualquier<br />
lugar, pero cada <strong>de</strong>sviación llega a algún sitio: una milpa escondida<br />
en la montaña, un refugio <strong>de</strong> cazador, la cabaña <strong>de</strong> algún leñador.<br />
Mica<strong>el</strong>a discierne a veces la hu<strong>el</strong>la <strong>de</strong> un pie <strong>de</strong>scalzo en <strong>el</strong> lodo<br />
61